“No hay que apelar a su razón, sino a sus corazones”
Nelson Mandela
Nelson Mandela
Nos movemos en un mundo diferente, cuyas claves todavía no logramos entender. La gerencia del siglo XXI, sobre todo en Venezuela, es un arte que está por descubrirse. Es la toma de micro-decisiones, pues las grandes decisiones que se tomaban, esas de largo plazo y con un plan estratégico por delante, parecen cosa de un pasado lejano e inaccesible.
Esta sociedad, rasgada por contradicciones en la forma de dirigirse hacia un desarrollo sostenible, ha ido dejando empresas al costado del camino, perdiendo empleos, capacidad productiva y conocimiento técnico necesario para generar el bienestar social que todos queremos. Inmersos en una avalancha de medidas, la empresa privada ha perdido terreno a lo largo de estos años, sufriendo expropiaciones, compras, cierres, nacionalizaciones.
Al principio, los trabajadores de las empresas intervenidas aplaudían las medidas, seguros de que, una vez en sus manos, las cosas cambiarían y eso conllevaría a un mejor ingreso, mejores perspectivas para ellos como personas y para su familia. Sin embargo, un estudio reciente de una encuestadora local ha descubierto que la opinión del venezolano sobre las empresas privadas está cambiando. El continuo ataque a la propiedad privada, sin normas ni leyes que protejan lo que legalmente ha sido ganado por sus propietarios, ha generado sentimientos encontrados en la gente que antes apoyaba totalmente las expropiaciones y nacionalizaciones.
En el fondo, los venezolanos valoramos el trabajo y el empleo como forma de generar ingresos para mejorar la calidad de vida. Todos tenemos historias de familiares que lograron salir de abajo, tener su propia casa, su empresa, su negocio. La clave esta en cómo hacer de eso un valor social, compartido. ¿Cómo dejar atrás rencillas que no nos pertenecen y trabajar por el bien colectivo desde un modelo más liberal?
El libro de John Carlin, El Factor Humano, sobre el cual se basa la película Invictus, nos presenta una perspectiva diferente sobre el rol del liderazgo y el trabajo en equipo, que vale la pena comentar.
Mandela, líder sin discusión de un proceso que tenía todos los visos de derivar en la peor violencia que existe ─la guerra civil─, tiene un sueño, una visión muy clara para su país: “…que la gente sea juzgada por su carácter y no por el color de su piel”, o, como lo expresa más adelante, quiere “acabar con el apartheid por medios pacíficos”.
Vemos aquí a un líder que es capaz de definir un objetivo cuya consecución parece imposible: la salida negociada. Y a su vez define una estrategia arriesgada, basada en poder convencer a sus opositores de que había que cambiar el apartheid, para que ellos mismos lo cambiaran: “El enemigo tenía todas las armas, la fuerza aérea, la logística, el dinero… la única forma de vencer al tigre era domesticarlo.”
Para ello, lo primero que se propone es conocer al contrincante. Esto quiere decir conocerlo a profundidad, sus historias, su lengua, sus costumbres. Sus fortalezas y sus miedos, qué lo emociona y qué lo motiva. Esto le permite establecer una relación emocional, de confianza, con cada uno de las personas que ejercen roles dentro del sistema, para luego convencerlos de que a todos les conviene la salida negociada del sistema de apartheid, y que en la nueva sociedad todos estarán incluidos.
Después, sin perder la visión de conjunto, busca los interlocutores más adecuados para ir avanzando en el proceso de negociación. En este sentido, Mandela entendía que la violencia que había desencadenado el gobierno contra la población negra era un signo de debilidad y desesperación crecientes y que la solución negociada era una fórmula que parecía muy sencilla: la conciliación de los miedos blancos con las aspiraciones negras. Para ello comunica en forma clara, utilizando el lenguaje del otro en muchos casos, entendiendo dónde están las áreas comunes y dónde las discrepancias.
Finalmente genera opciones de cambio en un marco de respeto, tanto a las instituciones como a lo que cada quién representa como ciudadano dentro del conjunto. Apela a la gente común y corriente. Esa gente normal de cualquier país que se encuentre entre la guerra y la paz, que pone la seguridad y la prosperidad por delante de la ideología. Y los motiva a creer en un cambio posible.
Quizá estas claves puedan ayudarnos a pensar en caminos diferentes para nuestras empresas magulladas del siglo XXI. Conocer cuáles son nuestros miedos, saber quiénes son los que trabajan con nosotros, cuál es su historia, cuales sus motivaciones personales. Definir con ellos un sueño compartido. Hacer todo esto en un marco de respeto. Y sobre todo, buscar la negociación incluso en momentos donde todo parece más difícil.
Caracas, 31 de julio de 2010