En días pasados vimos al presidente Obama dar uno de los mejores discursos de su carrera: el que le dedicó a las víctimas del tiroteo ocurrido en Tucson, Arizona, el pasado 8 de enero. Ese día un joven de Arizona sacó una pistola y atacó a un grupo de personas que estaba reunido en torno a la congresista Gabrielle Giffords, matando a seis e hiriendo a otras trece. La congresista ejercía lo que ella misma había denominado: “Congress in your corner” (el Congreso en su esquina), una forma de llevar los debates a la calle, para recibir directamente la opinión de la gente común.
El hecho desató una fuerte polémica durante los días posteriores a la masacre, donde personalidades de diversas posiciones se acusaban unas a otras de propiciar hechos violentos, de no ejercer mano dura contra el fanatismo, de no realizar controles suficientes a los portadores de armas. Ante este recalentamiento del discurso político y social, Obama se hizo presente en la ciudad de Tucson, visitó a los heridos y fue el orador principal en el funeral de las víctimas.
Sus palabras fueron de inclusión desde el principio. Empezó validando las dudas de todos, la necesidad de exigir explicaciones y de tratar de imponer orden al caos, para luego sugerir una reflexión personal al debatir con alguien que no tiene nuestro punto de vista: “En estos tiempos en que nuestro discurso se ha polarizado agudamente, en que estamos demasiado ansiosos de culpar a aquellos que piensan en forma diferente a nosotros por todo lo malo que pasa en el mundo, es importante que hagamos una pausa por un momento y asegurarnos que estamos hablando entre nosotros de manera de curar y no de herir”.
Esa frase retrata lo que está pasando no solo en los Estados Unidos, sino en muchas partes del mundo. El discurso polarizado divide a las poblaciones, remueve resentimientos, agita pasiones y las hace volcarse hacia la agresividad y la violencia. Esa manera irresponsable con la que muchos líderes culpan a sus oponentes de todo lo que pasa, pasó o pueda pasar, sin que cada quien asuma su propia responsabilidad en los hechos, impide ver soluciones que pudieran estar a la mano y trabajar en equipo para lograrlas.
Obama coloca la discusión y la búsqueda de soluciones en la persona, en el ciudadano común, en la pequeña comunidad; mueve a que cada quién piense qué puede hacer en lo personal para cambiar las cosas: “A lo mejor no podemos detener lo malo que pase en el mundo, pero el cómo nos tratamos los unos a los otros está enteramente en nuestras manos”.
Lo primero, por supuesto, es observarse a sí mismo. Cómo trato a las personas que piensan diferente a mí: en la calle, en mi trabajo, en mi familia. No se trata solo del ámbito político. Se trata de ejercer la democracia como un valor social, familiar, personal. Estamos acostumbrados a líderes que para ganarse adeptos culpan a los que piensan diferente y llaman a la guerra, a batallas, a triturar al enemigo. O a que usen las tragedias como la emergencia de las lluvias para seguir haciendo proselitismo político a costillas de las víctimas, o para seguir esperando cosas del gobierno sin tomar cartas en el asunto.
¿Cuántas familias nuestras están divididas por esa polarización desesperante? ¿Cuantas veces hemos hecho ese ejercicio de reflexión, de entender que somos una sola cosa, un mismo país, que si se hunde el otro yo también me hundo? La verdadera unidad vendrá cuando entendamos como sociedad que tenemos que tener una sola visión, un set de valores comunes, un proyecto de país que vaya más allá de quien está temporalmente al mando. Porque ese proyecto tiene que estar por encima de todos, por encima incluso del líder del momento.
El hecho de arrancar este año con una nueva Asamblea Nacional más plural, es un motivo de esperanza. Aprenderemos otra vez a convivir en un mismo escenario, lo que parece que se nos había olvidado. Comienzan a verse programas de opinión con diversas toldas representadas, hablando cada una sobre sus ideas y por primera vez en años, el presidente tuvo que hablar en un espacio donde estaban todas las tendencias, no solo sus seguidores.
El proyecto país es lo que debemos debatir en esa nueva Asamblea y llegar a consensos en los grandes temas, sin que sea necesario aniquilar a una parte de la sociedad para que otra sobreviva. Podemos cuestionar las ideas que cada quien expone, pero sin poner en duda el amor que cada uno tiene por el país. El ejercicio de la empatía, un ejercicio difícil, pero que está en manos de cada uno de nosotros.
21 de enero de 2011
El hecho desató una fuerte polémica durante los días posteriores a la masacre, donde personalidades de diversas posiciones se acusaban unas a otras de propiciar hechos violentos, de no ejercer mano dura contra el fanatismo, de no realizar controles suficientes a los portadores de armas. Ante este recalentamiento del discurso político y social, Obama se hizo presente en la ciudad de Tucson, visitó a los heridos y fue el orador principal en el funeral de las víctimas.
Sus palabras fueron de inclusión desde el principio. Empezó validando las dudas de todos, la necesidad de exigir explicaciones y de tratar de imponer orden al caos, para luego sugerir una reflexión personal al debatir con alguien que no tiene nuestro punto de vista: “En estos tiempos en que nuestro discurso se ha polarizado agudamente, en que estamos demasiado ansiosos de culpar a aquellos que piensan en forma diferente a nosotros por todo lo malo que pasa en el mundo, es importante que hagamos una pausa por un momento y asegurarnos que estamos hablando entre nosotros de manera de curar y no de herir”.
Esa frase retrata lo que está pasando no solo en los Estados Unidos, sino en muchas partes del mundo. El discurso polarizado divide a las poblaciones, remueve resentimientos, agita pasiones y las hace volcarse hacia la agresividad y la violencia. Esa manera irresponsable con la que muchos líderes culpan a sus oponentes de todo lo que pasa, pasó o pueda pasar, sin que cada quien asuma su propia responsabilidad en los hechos, impide ver soluciones que pudieran estar a la mano y trabajar en equipo para lograrlas.
Obama coloca la discusión y la búsqueda de soluciones en la persona, en el ciudadano común, en la pequeña comunidad; mueve a que cada quién piense qué puede hacer en lo personal para cambiar las cosas: “A lo mejor no podemos detener lo malo que pase en el mundo, pero el cómo nos tratamos los unos a los otros está enteramente en nuestras manos”.
Lo primero, por supuesto, es observarse a sí mismo. Cómo trato a las personas que piensan diferente a mí: en la calle, en mi trabajo, en mi familia. No se trata solo del ámbito político. Se trata de ejercer la democracia como un valor social, familiar, personal. Estamos acostumbrados a líderes que para ganarse adeptos culpan a los que piensan diferente y llaman a la guerra, a batallas, a triturar al enemigo. O a que usen las tragedias como la emergencia de las lluvias para seguir haciendo proselitismo político a costillas de las víctimas, o para seguir esperando cosas del gobierno sin tomar cartas en el asunto.
¿Cuántas familias nuestras están divididas por esa polarización desesperante? ¿Cuantas veces hemos hecho ese ejercicio de reflexión, de entender que somos una sola cosa, un mismo país, que si se hunde el otro yo también me hundo? La verdadera unidad vendrá cuando entendamos como sociedad que tenemos que tener una sola visión, un set de valores comunes, un proyecto de país que vaya más allá de quien está temporalmente al mando. Porque ese proyecto tiene que estar por encima de todos, por encima incluso del líder del momento.
El hecho de arrancar este año con una nueva Asamblea Nacional más plural, es un motivo de esperanza. Aprenderemos otra vez a convivir en un mismo escenario, lo que parece que se nos había olvidado. Comienzan a verse programas de opinión con diversas toldas representadas, hablando cada una sobre sus ideas y por primera vez en años, el presidente tuvo que hablar en un espacio donde estaban todas las tendencias, no solo sus seguidores.
El proyecto país es lo que debemos debatir en esa nueva Asamblea y llegar a consensos en los grandes temas, sin que sea necesario aniquilar a una parte de la sociedad para que otra sobreviva. Podemos cuestionar las ideas que cada quien expone, pero sin poner en duda el amor que cada uno tiene por el país. El ejercicio de la empatía, un ejercicio difícil, pero que está en manos de cada uno de nosotros.
21 de enero de 2011