Este año promete ser interesante, al menos en lo político. Por primera vez en la historia se van a elegir los candidatos a la presidencia mediante una votación de primarias, abierta a quienes quieran participar. Las calles de Caracas están llenas de propaganda de posibles gobernadores y alcaldes, acompañados de los candidatos de una u otra tolda a la contienda presidencia.
Una de las propagandas usa la palabra “trabuco” para calificar a sus líderes. ¿Sabes de dónde viene la palabra trabuco?, me preguntaron. “Un arma”, dije, intuitiva. Pero la busqué en el diccionario: Máquina de guerra que se usaba antes de la invención de la pólvora, para batir las murallas, disparando contra ellas piedras muy gruesas. Y también salió esta definición, más local: término beisbolístico venezolano que significa una selección de los mejores jugadores de diferentes equipos.
De manera que el 12 de febrero elegiremos nuestro trabuco, no necesariamente los que hoy se autodenominan como tales, sino un trabuco ampliado, que abarcará todos los candidatos a gobernaciones y alcaldías. Y lo más importante, tendremos un candidato a la presidencia, uno entre los cinco posibles. Me emociona particularmente que el liderazgo que va punteando en las presidenciales es de renovación generacional, pues están todos muy bien formados, con mucha fuerza y con ese aire fresco que significa la posibilidad de cambio. La reciente declinación de Leopoldo López para favorecer a Henrique Capriles ha consolidado esa imagen de juventud y fuerza, de capacidad de reflexión y cambio.
Este hecho sin embargo ha suscitado cierto nerviosismo, alguno que otro roce que lanza a algunos periodistas a preguntar si va o no va a haber rupturas. Quizá el tener trece años sin poder disentir abiertamente nos hace que hayamos perdido esa flexibilidad como sociedad, esa capacidad de escuchar y refutar sanamente cuando algún candidato discrepa de las opiniones de otro, eso que es la esencia de la democracia. No podemos olvidarnos que aprender a manejar las diferencias en forma sana es lo que nos permitirá crecer en todos los contextos sociales. Esto se aplica especialmente en nuestra circunstancia actual, donde hasta ahora se ha acentuado la diferencia como obstáculo y no como oportunidad de crecimiento.
Lo que sí tenemos todos claro es la importancia de que la unidad prevalezca, lo cual es un logro muy importante. Ahora toca la participación masiva de la gente en estas elecciones primarias. La sociedad civil tiene un rol que cumplir: hay que llamar a inscribirse a ese millón de jóvenes que todavía no lo han hecho; hay que llamar a votar, no solo a las primarias, sino luego a las elecciones de octubre. Tenemos que difundir que es posible votar sin que nos roben el voto, sin que se nos amenace. Y que hay mecanismos de defensa que se van a activar. Porque necesitamos estar organizados para enfrentar una caballería que se nos viene con todo.
Para algunos, estas elecciones son como una guerra, y en la batalla de octubre se juega el todo por el todo. Para nosotros, debería ser igual. Ya tenemos un arma a la que temen: una selección de nuestros mejores jugadores, ese trabuco de la unidad, que quedará definido en las próximas semanas. Falta ese esfuerzo de comunicación, de motivación y de defensa del voto, donde todos los que estemos a favor de un cambio podamos trabajar para lograr salir adelante.
Caracas 26 de enero de 2012
jueves, 26 de enero de 2012
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