Rafael
Cadenas nació en Barquisimeto, Venezuela, en 1930. Comenzó a escribir desde muy
joven, gracias a lo cuál nos ha regalado seis décadas poesía ejercida con
integridad y estoicismo, con valor y humildad, con esa necesidad honesta de ser
auténtico, aún cuando la verdad “susurra certezas dolorosas”.
Cadenas es nuestro poeta contemporáneo, nuestro
prestidigitador, ese que es capaz de interpretar nuestros sueños y nuestras
angustias y plasmarlas en versos punzantes, certeros, nítidos. Pues de eso se
trata, los poetas verdaderos se despojan de pieles y quedan sin nacionalidad y
sin tiempo, solos en su búsqueda del ser, íntima y a la vez universal. Sus
versos asoman certezas, nos llenan de incertidumbres, y a veces, como piedras que
caen en un pozo, dejan ondas reverberando en el fondo del alma, despiertan
miedos, fantasmas, liberan memorias, abren nuevos caminos.
Todo
esto está presente en la obra de Rafael Cadenas, quien recientemente fue
galardonado con el Premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico
García Lorca, al cual optaban este año 43 candidatos de varios países. El
premio reconoce la obra de un autor vivo y su aporte a la literatura
hispanoamericana. Anteriormente le habían otorgado el Premio Nacional de
Literatura en 1985 y Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances, en Guadalajara (México) en 2009,
entre otros.
Este nuevo reconocimiento nos llena de
orgullo y admiración, como amantes de la poesía y como venezolanos, pues
sabemos lo difícil que es ser poeta y caminar con la frente en alto, en estos
tiempos oscuros.
De
libros y otras letras
Transcribo
fragmentos de entrevistas a Rafael Cadenas en diversos momentos de su vida,
algunos poemas y un artículo sobre su poesía.
¿Para qué
sirve la poesía?
Posiblemente para justificarme, confesarme
por penitencia, castigarme por mis transgresiones, liberar fuerzas contrarias,
en tensión, atemperar la aversión y la estima que por mi siento, habérmelas con
la culpa, sacar a flote cargas que e tornan venenosas con el andar de los días,
poder caminar todavía con cierto decoro por una ciudad irremediable, conversar
conmigo a solas, en la oscuridad, permitirme ser reverente e irreverente
también, pues poesía que teme cometer faltas de respeto es poseía mellada,
demostrar a mi familia y a unos cuantos amigos que puedo “hacer” algo,
dirigirme enclave a una persona para explicarle…nada, buscar entre todos los
centros el mío, oír que me llamen poeta, palabra que entre nosotros no
significa nada.
Los poetas no convencen. Tampoco vencen.
Su papel es otro, ajeno al poder: ser contraste.
La poesía pertenece a lo más íntimo, lo
más sagrado, lo más tembloroso del hombre.
El hombre defiende hasta sus últimos
reductos la fortaleza del sueño. No quiere despertar y le cuesta desprenderse
de lo que es mentira. Pelea hasta el fin por la ilusión. Solo ama al dios bueno
que le promete venturas y no quiere enfrentarse con el otro, que le susurra
certezas dolorosas. Da todo por aferrarse a los cimientos sobre los que ha
construido su vida, porque nada le resulta más aterrador que la vida a la
intemperie. De ahí los mil soportes deformantes sobre los que se apoya. Acoger
la verdad es en cierto modo retirarse de los brazos acogedores de la madre que
prolonga la infancia, de ese regazo donde se duerme el niño-hombre, admitir que
se está condenado a la fugacidad.
Poemas Rafael
Cadenas
Sola,
insegura,
apremiante
palabra,
casa sin atavío.
insegura,
apremiante
palabra,
casa sin atavío.
Para ella desearía
la fuerza
de los árboles.
la fuerza
de los árboles.
As if
Es como si amáramos. Es como si sintiésemos.
Es como si amáramos. Es como si sintiésemos.
Es como si viviéramos.
Esto fatiga. Hasta se ansía un error. Puede que al equivocarse,
los actores rocen la verdad.
Esto fatiga. Hasta se ansía un error. Puede que al equivocarse,
los actores rocen la verdad.
Ars poética
Que cada palabra lleve lo que dice.
Que sea como el temblor que la sostiene.
Que se mantenga como un latido.
No he de proferir adornada falsedad ni poner tinta dudosa, ni añadir brillos a lo que es.
Esto me obliga a oírme. Pero estamos aquí para decir verdad.
Seamos reales.
Quiero exactitudes aterradoras.
Tiemblo cuando creo que me falsifico. Debo llevar en peso mis palabras. Me poseen tanto como yo a ellas.
Si no veo bien, dime tú, tú que me conoces, mi mentira, señálame la impostura, restriégame la estafa.
Te lo agradeceré, en serio. Enloquezco por corresponderme.
Sé mi ojo, espérame en la noche y divísame, escrútame, sacúdeme.
La casa del lenguaje
Ese
silencio es la casa. Allí habitan todos los designios, los deshabitados. El
silencio es la única voz que puede habitarse. Casa, albergue, habitación de
sombras. Casa donde el balbuceo es la señal para iniciar el ritual poético. Un
texto silencioso es un acto de entonación que suscita una terrible tensión
interior. Morada de todas las revelaciones, el silencio sucumbe con la primera
pronunciación. De un lenguaje a otro. Imbricados, funda la voz que habrá de
traducirse en poesía.
Artículos
“La
preocupación por la lengua justa, el decir recto es, a mi entender, el legado
más apreciable de Cadenas” expresa Ana
Nuño en su artículo “El ars ethica de
Rafael Cadenas” [1].
“La voz de sus poemas habla para decir la necesidad de una experiencia genuina,
para exorcizar imposturas.”
Octubre 2015