viernes, 18 de noviembre de 2011
Tiempos de cambio
Antes, los apamates florecían en abril y las lluvias eran en mayo y en agosto. Antes, el cielo se despejaba en diciembre y veíamos el lucero de la navidad. Antes, la gente se saludaba en la mañana y seguía su camino, o se quedaba conversando con el vecino, enterándose de las últimas nuevas de la cuadra.
Hoy, llueve en noviembre y hace calor en septiembre como si fuera mayo, o agosto. Hoy, si nos conseguimos a alguien en la misma acera ponemos cara seria, evitamos la mirada. Hoy, vemos de lejos a un policía y nos alejamos, sin saber si es amigo o enemigo. Hoy, solo conversamos sobre muertos y accidentes, sobre expropiaciones e invasiones, o nos pasamos el dato en un susurro, de dónde hay aceite o café, o harina de maíz.
Antes solía quedarme en la oficina hasta tarde, para no tener que llevarme trabajo a la casa. La semana pasada se metió un ladrón armado al edificio donde trabajo. También entró la policía. Quedamos todos presos. Ahora debo irme cuando todos se van, pues a los atracadores les gusta la gente como yo, que se queda de noche en oficinas solitarias.
Antes caminaba tranquila temprano en la mañana, para hacer ejercicios y ordenar el día. Ahora, cada vez que paso por la curva pienso en el muerto que consiguieron un sábado tirado en la orilla de la calle. “Un occiso señora“, dijo el policía que me frenó en seco cuando caminaba desprevenida. Un hombre joven, me dijo el señor que barre, que lo vio primero y dio la voz de alarma. Un muerto en la orilla de la calle, al lado de mi casa.
Hoy escribo en la noche, desde mi estudio. Ya casi nadie sale en las noches. Caracas tiene un toque de queda, autoimpuesto por la misma gente, pues no se quieren arriesgar a que la atraquen, a que la roben, a que la maten.
Soplan tiempos de cambio. Esta semana vimos algo diferente: cinco personas que llegarán a ser una sola, con mucha gente apoyándolas, para poder cambiar las cosas. Nuestros jóvenes no habían podido presenciar este espectáculo, de discusión y de esperanza. A nosotros casi se nos había olvidado.
Quizá mañana siga lloviendo en diciembre y los apamates ya no sepan muy bien cuando florecer, pero nosotros tendremos calles libres de occisos y de tanta tristeza que hoy nos agobia.
Caracas 17 de noviembre de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)