Somos nuestra memoria, somos ese quimérico museo de formas inconstantes,
ese montón de espejos rotos”
Jorge Luis Borges
Esta semana se celebra el Día Mundial del Alzheimer.
Para que no se nos olvide la enfermedad del olvido. Para que nos recordemos de
toda esa población creciente de seres humanos que pierden la memoria y quedan
dependiendo de sus familiares, cuidadores y enfermeros para seguir funcionando
hasta que el corazón diga ya no más. O hasta que el cerebro pierda la última de
sus funciones: la de mantener la relojería biológica andando.
Cada quien tiene su forma de acompañar a sus enfermos,
cada uno va descubriendo qué hacer para que el camino sea más llevadero, para
aprender de esta nueva etapa de la vida. Mi hermano tiene una hermosa costumbre
todos los años: él se lanza en una caminata para “Acabar con el Alzheimer”
(Walk to End Alzheimer), en honor a Gisela. Así convoca a todos nuestros
conocidos y nos invita a donar algo pro fondos de la investigación que conduce
la Alzheimers Association de Estados Unidos, para seguir buscando las causas y
las curas de esta enfermedad.
Como resultado de estas y otras iniciativas en el
mundo, hemos comenzando a ver avances, todavía en fase experimental, pero que
pudieran en un futuro próximo retardar el deterioro cognitivo, diagnosticar más
temprano, incluso hasta recuperar parte de la memoria perdida, como quien busca
en el hard drive de una computadora y logra encontrar archivos borrados. Todo este
progreso es asombroso y nos llena de esperanza, quizá dentro de una generación podamos
dominar o al menos domar un poco el olvido forzado, darle largas.
Yo escribo. Es mi manera de acompañar a mi mamá enferma,
de curarme con la palabra, de dejar en un papel la huella de su cariño, de una
historia que se nos va, de afirmar mi memoria, de guardar lo poco que queda de
la suya. Como bien dice Borges, somos nuestra memoria, lo que hemos hecho y lo
que queremos dejar como recuerdo.
Así que quiero aprovechar este Día del Alzheimer para
dar gracias a la vida por tener a Gisela todavía con nosotros, pues hoy me
enseña dulzura y humildad, me ayuda a poner las cosas en perspectiva, me toma
de la mano y me recuerda cuando íbamos juntas, atravesando la universidad por
pasillos y puertas, yo sin saber que me mostraba el camino posible, el tesón y
la fuerza, esa fuerza que debo encontrar para darle ahora mi mano y seguir
aquí, haciendo recuerdos.
Caracas,
21 de septiembre de 2016