Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








viernes, 24 de febrero de 2012

Lentes nuevos para el país posible

 
Hace unas pocas semanas leí en la prensa que se murió el Doctor Francisco Belisario Navarro y recordé de inmediato cuando mi abuela me llevó al consultorio de un señor viejo y serio, que me iba a examinar para ver si los dolores de cabeza eran de la vista. “Claro, doctor, ¡es que esa niña se la pasa leyendo!”, le dijo mi abuela, como si yo fuera la culpable de mis males. Antes, mientras esperábamos afuera, la oí decirle a una señora que ese Belisario era una eminencia. A mis diez años no sabía todavía que significaba ser una eminencia. Solo supe en ese momento que el doctor me midió la cara, me puso unos lentes raros y ponía y quitaba unos cristalitos hasta que en la pantalla donde él decía que habían letras aparecieron unas garrapatas que se transformaron en A P Z B, como si el doctor fuera un mago que lograra hacer salir cosas de la nada.

Más tarde, cuando me dieron mis lentes, descubrí no solo la caligrafía nítida de mi maestra, sino que las manchas negras en el cielo eran realmente pájaros, y que de verdad -no solo en los libros- había estrellas en la noche. Ese señor Belisario quizá no se imaginó -o seguramente que sí y por eso había escogido esa profesión- cómo me cambió la vida después que tuve mi primer par de lentes. Pasé a ser una persona con doble personalidad, una especie de Clark Kent pero al revés: con lentes tenía superpoderes y mi fragilidad se escondía detrás de ellos.

Con los años descubrí que el Doctor Belisario, a la par de construir una clínica privada de alto nivel como lo es hoy la Clínica para Enfermedades de los Ojos, en el año 84 fundó junto con su esposa el Instituto Popular para los Ojos, dirigido a atender a la gente de menores recursos. Esa iniciativa siempre me llamó la atención, pues combinaba la atención a una población desprotegida por el colapso de los servicios públicos en el país, con la creación de un centro de investigación y docencia que hoy en día es reconocido como modelo de atención médica integral a nivel internacional.

El doctor Belisario no esperó que el gobierno le diera dinero para fundar una clínica y tener un impacto mayor sobre una población de bajos recursos. Todo lo contrario, su labor como ciudadano consistió en crearse un espacio para contribuir a mejorar las condiciones de vida de sus vecinos, de su ciudad, de su país. Esta forma de entender el ejercicio de la propia profesión es en sí mismo un ejemplo a emular, que nos podría servir como base para hacer los cambios que requerimos como sociedad, no solo en el sector de la salud sino en otros sectores.

¿Se imaginan si pudiéramos canalizar el esfuerzo de nuestros ingenieros, médicos, odontólogos, en empresas similares? Que la sensibilidad social no sea monopolio del Estado, o de algunos en el gobierno que quieran transarla permanentemente por votos. El doctor Belisario nos mostró un camino viable para contribuir de manera activa al mejoramiento de la sociedad. El mejor homenaje que podemos hacerle es usar esos nuevos lentes para ver el país posible, ese que podemos reconstruir.

Caracas, 23 de febrero de 2012