Ayer
mataron a otro muchacho. Miguel Castillo. 27 años. Los reporteros improvisados,
la misma gente que asiste a las marchas, subieron dos videos, uno del momento
en que lo montaron entre dos en una moto para tratar de llevarlo al hospital,
pero ya ahí estaba muerto. El otro…
Ayer
no pude sino volver a llorar. En otro video se veía a un muchacho ya detenido
por los policías y, de repente, ellos le dispararon a quemarropa. El tipo de
balas que les están disparando, que son como unas metras grandes de acero. Otros
muchachos lo ven, corren a auxiliarlo…no pude seguir viendo.
Ayer
leí la historia de Pedro, el muchacho que fue embestido y atropellado por una
tanqueta. El miserable que la manejaba arremetió contra el grupo de jóvenes, como
si fuera un video juego, para llevárselos por delante. Le pasaron por encima a
Pedro. Siete costillas fracturadas, los dos omoplatos, el pulmón perforado…
Sobrevivió, a pesar de la tanqueta, a pesar de haber “almorzado bombas
lacrimógenas”, como cuenta Roberto Mata en su reportaje. Hace unos días, cuando
vi este video y me imaginé lo peor, me puse a llorar como si todas esas bombas
que él tragó me hubieran explotado adentro.
Ayer
vi el video de un violinista, rindiéndole homenaje a otro músico caído, Armando
Cañizales de 18 años, tocando el himno nacional, protegido tan solo por un
casco de motorizado y una franela esbozada para no respirar el gas lacrimógeno.
Sus compañeros lo defendían de los embates de las bombas usando unos escudos de
cartón piedra, mientras él seguía tocando a ver si la música derribaba los
escudos de esos guardias, si se colaba a través de los uniformes, a través de
las tanquetas y llegaba a despertar alguna fibra de solidaridad.
Ayer
repasé videos, fotos, testimonios de cuarenta días de protesta a nivel
nacional. Vi las fotos de 50 muertos, más de 600 heridos, más de dos mil
arrestos y casi 700 personas que mantienen privadas de libertad. Más de 200
civiles juzgados en tribunales militares. Y la respuesta de este gobierno es bailar,
es hablar con las vacas, es convocar una constituyente totalmente
anticonstitucional y que ahora se transforma en una “constituyente militar”.
Sí, los militares, que ya manejan todo el presupuesto, que desde los
ministerios deciden qué se hace y qué se deja de hacer. Que deciden seguir
matando, seguir reprimiendo. Ellos también quieren su constituyente.
Ayer
vi una foto en las redes sociales, 6 muchachos de 19 años marchan en busca
de un país mejor. Son mis hijos, mis vecinos, los amigos de la cuadra. Una
generación que ha crecido a la sombra de las protestas, aprendiendo a defender
unos derechos que nos han querido robar, pero que a cada paso se lo hacemos más
difícil. Sentí orgullo de esa generación, que ha crecido en una Venezuela
convulsa, que sabe que las cosas no son regaladas, que no hay que dar nada por
sentado, que la libertad se defiende en el salón de clase y en la oficina, en
la casa y en la calle. Cuatro de ellos se fueron a buscar futuro en otros
países. Uno sigue en Venezuela. El otro, se nos fue ayer.
Ayer
vi una foto de mis hijos pequeños, marchando con su abuela mami, hace más de
diez años. El próximo domingo va a ser el día de la madre. Pero para hacer
justicia, debemos celebrar el día de los hijos. Porque cualquiera de ellos es nuestro.
Porque en este próximo día de la madre no podremos abrazarlos. Porque no hay
muerte que valga la pena. Porque ellos, sobre todo ellos tienen el derecho a
vivir, a tener un futuro mejor y a celebrar la vida.
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11
de mayo de 2017