Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








sábado, 17 de agosto de 2013

Nos hundimos en el excremento del diablo


El petróleo, así como muchas de las materias primas básicas, puede ser el origen de la pobreza. No por sus características intrínsecas, sino por las consecuencias que trae para las sociedades la (mala) administración de estas riquezas. El concepto original lo planteó en Venezuela Juan Pablo Pérez Alfonzo, quien fuera el ejecutor de la política petrolera venezolana y líder fundador de la OPEP, quien salió decepcionado del manejo que los países daban a la riqueza petrolera y auguró que el petróleo traería la ruina, que se trataba de una suerte de peste, del excremento del diablo.


Lejos estaba Juan Pablo Pérez Alfonso de imaginar la degradación de nuestra sociedad, hoy inundada por el oro negro. Para él, se trataba de un problema económico, político, el tener una riqueza como el petróleo podría transformarse en dinero fácil, fuente de corruptelas de los gobernantes de turno. Imposible visualizar que la sociedad se convertiría en una gran cloaca, y que ese excremento nos cubriría de vergüenza y desazón.
 
El discurso de Pedro Carreño, quien no merece el tratamiento de señor, mucho menos diputado, es una muestra extrema del grado de podredumbre que aflora en forma cada vez más visible en toda la sociedad, pero especialmente en la Asamblea Nacional. Ese foro, otrora símbolo de la democracia, de la capacidad que teníamos como ciudadanos para discutir los cambios, denunciar las corrupción, hablarle al país y a nosotros mismos sobre el presente y el futuro de la nación, se ha transformado en una plataforma para violar la constitución y para vejar a todo aquel que no esté de acuerdo.

Hemos visto golpes físicos, insultos, apropiación de poderes, violación a las normas, anulación de poderes, silbidos, gritos y aplanadoras, pero lo de esta semana es de una bajeza indescriptible. El martes 13 de agosto, el discurso de Carreño rebasó cualquier límite. Nos quedamos sin palabras, sin un calificativo apropiado para describir el nivel de vulgaridad, lo soez, lo ordinario, lo vergonzoso.

Escribo esta nota porque no puedo callar ante semejante barbaridad. Porque no quiero hundirme en este excremento, que ya no es el petróleo sino sus secuelas: la sed de dinero y de poder que ha dejado, que nos arruina como país física y moralmente, que nos desgarra por dentro.

Estoy segura que muchos venezolanos como yo, aborrecen lo que ha sucedido. Espero que, vengan de donde vengan, alcemos nuestras voces para reconstruir un espacio de deliberación que se parezca más a lo que nos merecemos como pueblo. Que podamos recuperar la capacidad de discutir ideas y proyectos de vida en común. Que recordemos que el respeto es la primera norma de convivencia en las sociedades civilizadas.

Caracas, 15 de julio de 2013