Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








sábado, 8 de noviembre de 2014

Quedar a cargo

Para Arturo

Hace unos días, mi amigo Arturo perdió a su papá. Cáncer. La edad. Ley de vida, como dicen algunos. Lo cierto es que nuestros padres se están yendo y nos vamos quedando a cargo. ¿A cargo de qué? ¿De la tradición, de la familia?, me pregunto. Quizá nos quedamos a cargo de mantener un inventario de recuerdos bonitos, al que podamos acudir en tiempos de crisis. Quedamos sin duda a cargo de las decisiones difíciles, pues las canas nos dan ahora la sabiduría que nuestros hijos necesitan. Se nos van los padres y nosotros, esa generación que está en el medio, con hijos adultos y algunos con nietos tempranos, nos sentimos todavía jóvenes, aún cuando sabemos en nuestro fuero interno que no es lo mismo, que hay cosas que nos cuestan más, que la gravedad está haciendo estragos.

Quedar a cargo es una responsabilidad que puede ser pesada. Ya no tenemos a quién acudir, a quién preguntar, comenzamos a ser el recurso terminal. Quizá ese es el peso que hace que algunos se doblen y lleguen a viejos encogidos, débiles. A otros les toca enfrentar en la edad mediana un entorno tal vez más difícil del que hubieran previsto cuando jóvenes, que puede tener que ver con inmigrar a un país extraño para preservar la seguridad de su familia, el sueño de una vida feliz.

Al papá de Arturo le tocó tomar esas decisiones difíciles. Como médico de Allende –una de las últimas personas que lo vio con vida–, Jirón se refugió en Caracas con su familia, como otros tantos que llegaron en los setenta y ochenta, que venían huyendo de las dictaduras, de la persecución política, buscando protección en mi país generoso. Así fue que estudiamos con el chileno y con el uruguayo, con el colombiano y con el gallego, y nos hicimos amigos para toda la vida. Porque increíblemente, esos amigos de la adolescencia se hacen con los años cada vez más cercanos. Somos amigos más allá del bien y del mal, porque fuimos amigos desde la inocencia, cuando la vida era solo un sueño que se abría hacia delante, cuando veíamos todo desde la esperanza, desde la alegría.

De esa época quedan recuerdos que nos toca recoger y guardar delicadamente, porque son como luciérnagas que nos alumbrarán en noches de angustia o de tristeza. Nos recordarán que la vida es bonita cuando se nos olvide la esperanza, nos ayudarán a contarle a los nietos, o a los sobrinos, que alguna vez fuimos traviesos, que nos escapamos a ver películas pornográficas o a fumar escondidos detrás de un escaparate, como si el humo no lo pudieran ver los adultos. Que nos fuimos con un novio al cine a ver La Cenicienta en el asiento de atrás, que nos jubilamos del liceo a tomar cerveza a las once de la mañana, fumando y con tres toneladas de rímel en los ojos, como si las pestañas taparan la cara de niña, la sonrisa ilusionada jugando a ser adulta.

Recordaremos las veces que nos fuimos en cola a ser la barra de nuestro equipo de volleyball, donde jugaban el chileno y el uruguayo, el colombiano y el gallego, todos venezolanos, pues nos entremezclábamos sin importar si éramos de clase media o más media, de izquierda o de derecha, negritos o de ojos azules, hijos de fulano o del don nadie. Antes no importaba nada de eso.

Quedamos a cargo de contar lo que fue, y qué de eso que se nos fue nos puede servir, porque, sabios como somos, entendemos que no todo lo pasado fue bueno, no todo funcionaba. Pero hay cosas que fuimos que sería lamentable que se perdieran completamente, pues son cosas que nos definían y que se han ido borrando, y si se llegaran a disolver completamente nos desdibujaríamos como país, como sociedad, como venezolanidad.

A cada quien nos tocará escoger qué nos gustaba de antes y tratar de que perdure, tratar de ponerlo a flote, a salvo, guardarlo en una arca de Noé de la memoria, en algún baúl que lo retenga, o soltarlo para que vuele y consiga alguna tierra prometida. Nos tocará quizá envolver nuestros recuerdos y llegar como extranjeros a un país distante, como llegaron uruguayos y chilenos, y saber que, aunque lejos allí perduraremos, allí podremos seguir viviendo y aprendiendo cosas nuevas, con nuestra ética, con nuestros recuerdos, con la esperanza de que ese futuro sea mejor, aunque diferente.

Este intercambio de personas, de familias y costumbres, me ha dado grandes amigos, amigos de toda la vida, amigos que uno sabe que están ahí a pesar del tiempo y de la distancia, y que nos abrazamos cada vez que necesitamos esa cercanía, así sea un abrazo como este, Arturo, un abrazo de palabras.


5 de noviembre de 2014

viernes, 26 de septiembre de 2014

Linda

Como las buenas noticias ocurren poco, hay que aprovecharlas y mostrarlas al mundo en vitrina, porque también somos un país de cosas bellas. Linda Briceño, nuestra Linda, ha sido nominada en dos categorías del Grammy Latino. Y ¿quién es Linda? Se preguntarán.

En el bautizo de su disco TIEMPO, nominado al Grammy Latino
Linda Lee Briceño es cantante, trompetista y compositora. Su papá y su tío son músicos exitosos, cada quien en su terreno: Andrés Briceño es director de la Simón Bolívar Big Band Jazz, del Sistema Nacional de Orquestas y su tío Rolando es un gran saxofonista en los predios neoyorquinos. Linda creció alrededor de la música, probando instrumentos –la percusión, la guitarra, el teclado– hasta que se decidió por la trompeta y por la voz, ese instrumento tan maravilloso que todos llevamos por dentro.

Linda, My Funny Valentine, L.A Phillarmonic Orchestra.

Uno recorre internet buscando historias de Linda y consigue cosas bellísimas, como un concierto en NYC invitada con otros jóvenes a tocar con la Jazz Lincoln Center Orchestra, con Wynton Marsallis como anfitrión.

Linda con la Jazz Lincoln Center Orchestra y Wynton Marsallis


Con Arturo Sandoval
Hay otro más reciente, donde toca con Arturo Sandoval, ella visiblemente nerviosa, se baja el vestido, se acomoda el pelo, mientras que Sandoval la presenta entre cuentos y chistes, hasta que por fin toma la trompeta y se olvida del público y se concentra en sacar ese sonido dulce y sensual de su trompeta, de su voz.

En 2012 el Foro Económico Mundial le otorga el reconocimiento de Young Global Shaper, representando a Venezuela en la categoría de artista musical, por sus participación en el desarrollo de estrategias de empoderamiento hacia los nuevos artistas, especialmente músicos, para que ejerzan sus derechos como individuos creativos.

Este premio la ayudó a dar pasos cada vez más rápidos, cada vez más audaces en su carrera internacional. Fue invitada a tocar en Bahréin, luego en México y audicionó para varias universidades en Estados Unidos, siendo aceptada con honores en la New School of Music de Nueva York.

Con gran esfuerzo reunió el apoyo emocional y financiero necesario para salir del país, pues Linda nunca fue de las que quiere irse, su carrera siempre giró y gira alrededor de lo que pueda hacer para que la música en Venezuela siga brindando oportunidades a todos. Pertenece a esa nueva generación de músicos venezolanos –entre los que destacan Antonio Mazzei, Hana Kobayashi, Ana Carmela Ramírez y Gabriel Chakarji–, que están listos para comerse al mundo con sus propuestas.

Esta exitosa carrera de Linda tiene un solo punto negro, un señalamiento injusto que le impide volver a Venezuela en el corto plazo. Pero eso la ha motivado a seguir adelante con la frente en alto, sabiéndose en paz consigo misma, haciendo su camino con trabajo y perseverancia, y con mucho amor.

Y ahora, esta semana, ha sido nominada en dos categorías en los Grammy Latinos: Mejor álbum vocal pop tradicional por su disco TIEMPO (Best Traditional Pop álbum) y Mejor artista nuevo (Best New Artist).

No sé cuándo es la ceremonia de premiación. No sé quienes compiten en la misma categoría. Para mí, Linda ya ganó, y con ella, ganamos todos. Venezuela también tiene cosas bellas, cosas Lindas.


Del disco nominado, TIEMPO: Tú llegaste a mí


@aalvaray

25 de septiembre de 2014

viernes, 29 de agosto de 2014

El Ávila ya no basta

Regresé a Caracas después de algunos meses fuera. Ya pasaron las barricadas, las protestas, las bombas lacrimógenas y los tiroteos, los incendios y los gritos; quedaron los muertos, los presos y una amargura espesa en el aire. Caracas respira una calma aparente, la gente huye de vacaciones o se esconde detrás de la rutina, baja los ojos para no ver la basura que se amontona en cada rincón de cualquier municipio, espera con resignación en las colas ya habituales para comprar carne, medicinas, Harina Pan o aceite. No se comentan los secuestros, ni los muertos del fin de semana, la realidad consiste en la versión oficial de lo que sucede, los medios no hacen sino publicar propaganda del gobierno y echarle la culpa a la oposición de todo: desde la corrupción hasta el precio de la gasolina, desde la inflación hasta el contrabando.  
 
Por otra parte, los dirigentes de la oposición no terminan de ponerse de acuerdo en una estrategia de lucha, en una misma semana saltan diversas vías, ninguna mejor que la otra, mientras el país se hunde sin dirección y sin visión de cambio. Y ante esta falta de perspectiva, lo que está ocurriendo es que seguimos perdiendo talentos. Ante la inflación, la escasez y los controles crecientes, la inseguridad instaurada y la falta de oportunidades de calidad, cada vez más venezolanos, jóvenes y no tan jóvenes, buscan afuera ese futuro que no ven en el país. Muchos se van con los pies pesados, quizá voltean a mirar hacia atrás mientras hacen maletas y venden los carros, por si a alguien se le ocurre algo mejor y logran encontrar una buena excusa para quedarse.

Revertir esta situación no es cosa fácil. Es necesario lograr trasmitir que el cambio es posible y factible, que podemos trabajar desde ya en mejorar nuestro entorno. Los dirigentes de la política opositora deben saldar sus diferencias, dejar a un lado los egos y actuar hacia la consolidación de una base popular de apoyo al proyecto democrático. No hay mejor constituyente que tomar la Asamblea Nacional por asalto de votos, que arremangarse y retomar el casa por casa en todas las ciudades y pueblos, que convocar a los partidos, a las organizaciones civiles y a los ciudadanos para apoyar ese esfuerzo evangelizador que significa ganarse más voluntades para el lado de una nueva democracia participativa, incluyente.

Los vientos que soplan son de tormenta y hay que apertrecharse, aferrarse a la brújula y tomar el timón con firmeza, hay señalar el rumbo. Si no sabemos a dónde vamos, si no lo comunicamos claramente, seguirá la desbandada, pues el Ávila ya no basta.


Caracas, 27 de agosto de 2014               



miércoles, 25 de junio de 2014

A mi amigo Exequiel

Los héroes no son solo héroes porque están muertos. Hay hombres que hicieron algún acto valiente, sublime, que cambió el curso de la historia de su país y la vida les dio la oportunidad de seguir de incógnito, detrás de trabajos normales, de roles de padres, abuelos, viejos retirados.  

Exequiel fue uno de esos héroes, escondido en el anonimato de una vida normal. Llegó expulsado de un país que se agrietó de un golpe, que encarceló y torturó a sus jóvenes, que se tragó a muchos hombres y mujeres, desaparecidos para siempre. Llegó con la rabia del exiliado, con la tristeza del exiliado, con la frustración de lo perdido y la incertidumbre de lo desconocido, pero también con el tesón y la determinación de salir adelante. Poco a poco se fue haciendo camino en esa Venezuela que era un abrazo cálido, una mano tendida, una casa abierta a recibirlo, a acogerlo a él y a su familia, dispuesta a darles raíces y certezas.

Pasó de ser un muchacho de 26 años, economista, desempleado, a ser un empresario exitoso, y cuando tuvo el chance de devolverse a su Chile añorada no lo hizo, dijo que había quemado las naves en Venezuela, ya era un hombre diferente. Amasó junto con María Cristina una fortuna familiar de cuatro hijos y seis nietos, cultivó cuarenta años de amistades, de logros profesionales y de afectos personales.

El proceso de cambio político de Venezuela nunca lo engañó. Al principio estaba quizá un poco desconcertado, al darse cuenta que esta vez la historia lo había conseguido parado en la otra orilla, como si se cerrase un círculo de vida. Se dedicó entonces a levantar diques y defensas para no perder lo construido, a fabricar el Arca de Noé dónde todos nos montaríamos algún día, cuando fuera necesario. Él, que soñaba con barcos y veleros, decidió a última hora hacerse el Capitán Araya, dejarnos el barco listo para ponernos a salvo y saltar a otra playa, más lejana, desconocida, inasible.

Exequiel fue ante todo un compañero leal, una persona íntegra, honesta, un socio ejemplar, un abuelo cariñoso y cercano, un amigo excepcional. Y fue todo eso sin hacer bulla, de bajo perfil, así como quiso irse hoy, sin velorios ni esquelas. Pero no puedo dejar de despedirte, gordo, sin escribirte algo, sin contarle al mundo que tú eras el verdadero héroe anónimo, que te escondías detrás de tu cara bonachona y feliz, y en el fondo peleabas todas las batallas diarias, todas las luchas domésticas y difíciles que hacen posible que sigamos adelante.

Diste la cara por tus valores y por tus principios, y el destino te dio la oportunidad de seguir vivo, que no le dio a muchos de tus compañeros. Fuiste feliz, aunque recordaras diariamente ese pasado, cuando saliste a defender esos bastiones nuestros, que abogan por un mundo más justo, más humano, donde podamos vivir dignamente. Gracias a ti hoy vuelven a estar abiertas las anchas alamedas y tus nietos han podido pasearse en ellas con la frente en alto. Tus amigos venezolanos tenemos una deuda contigo, pues nos ayudaste a construir este país que queremos tanto y nos toca ahora defenderlo de los monstruos que se comen el futuro.

Estar lejos duele, pero no nos impide recordarte, rendirte homenaje, darle gracias a la vida porque tuvimos la oportunidad de conocerte, de aprender de ti, de recibir tu cariño y tu apoyo. Darte gracias por habernos hecho la vida mejor, más bonita, más alegre.

La Gucha


24 de junio de 2014