Los recuerdos son cristales purísimos, que decantan y quedan asentados en el fondo de la mente. El olvido y la memoria, opuestos que reaccionan en una ecuación sin fórmulas previas, sin predeterminaciones posibles. Nadie puede saber qué vamos a recordar y qué a olvidar. La amnesia es entonces la cura, el manantial del que bebemos ante un recuerdo abrumador, amenazante. Cuando el recuerdo vuelve, cuando el cristal se mueve, una esquirla nos corta por dentro y nos deja desnudos ante el mundo.
Uno de estos cristales estalló un diciembre hace unos años en mi cabeza. No sé si fue el susto por lo inesperado, o el estruendo de la explosión de un triquitraqui en un pasillo, que me hicieron reventar en llanto. Me vi pequeña, como de tres años o menos, sentada junto con varios niños y la maestra, todos agazapados debajo de una mesa de madera, redonda y blanca. Había ruido afuera, en el patio. Un hombre con barba estaba dentro del aula, asomado a la ventana. Tenía ropa militar y un fusil en la mano, y miraba impaciente tratando de descubrir no se qué cosa allá afuera. De repente sonaron unos disparos, uno, dos, tres, luego una metralleta, se oyeron pasos afuera, en el patio, como alguien corriendo, los pasos resonaban contra la pared, el hombre que estaba con nosotros disparó también, pum pum, un niñito se puso a llorar, aterrado, yo pelaba los ojos paralizada, muda, sentada con las rodillas abrazadas.
Mi infancia es una mezcla de recuerdos similares, de guerrillas y enconchados, de gritos y silencios, que han ido decantando en mi memoria, como cristales. Recuerdos de adultos discutiendo sobre política. Ellos pensaban que yo no estaba ahí, pues los niños tenemos una habilidad increíble para hacernos invisibles. Ahora, recogiendo los cristales, escucho voces apasionadas, discusiones en voz baja, alguien preso, o desaparecido, percibo la angustia, presiento las verdades a medias, las seguridades a medias.
Retazos de recuerdos, mi abuela prendiendo la radio en su cuarto y buscando la señal de Radio Habana Cuba, despertar con ese himno y esa propaganda, “Esta es Radio Habana Cuba, transmitiendo directamente desde Cuba, territorio libre de América”, mezclado con el campaneo de Radio Rumbos y su jingle “Radio Rumbos en Caracas… sensacional! La emisora de Venezuela”, que ponía mi Bisa en la cocina desde las cinco de la mañana para hacer arepas.
Esas dos realidades extrañamente están ahora también entrelazadas en mi país del siglo XXI, vuelven a mi desde el pasado, para mirarlas hoy desde otras aristas, para tratar de entender ese mundo de mi infancia, lleno de olvidos, como trato de entender ese mundo de hoy, pura violencia. Quiero escoger los cristales que se salvaron y buscar mis claves para descifrarlos, entender la alquimia que hizo que recordara estas cosas y no otras y ver si eso me sirve para descifrar también el futuro que nos espera.
22 de abril de 2010
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Buen blog, estuve un rato leyendo...
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