Hace pocos días estuve en Panamá,
un país de un poco más de tres millones de habitantes, en cierta forma
mono-productor, como nosotros. Su ingreso principal depende del tránsito en el
Canal, el cual se había visto seriamente disminuido en los últimos tres años
debido a la crisis mundial. Sin embargo, gracias al repunte de la economía,
Panamá pudiera colocarse en el 2012 entre los primeros países de Latinoamérica
en cuanto a crecimiento económico, más que Brasil, más que Chile, más que
México.
Ese modesto país, con un mercado
interno ínfimo como el que tiene, vive de cara al mundo, buscando relaciones
con sus vecinos, pensando y creando negocios que puedan beneficiarse por el
continuo tránsito de buques y mercancías que vienen de tierras lejanas. Hay
muchas empresas venezolanas que se han ido a trabajar a Panamá, aprovechando
ventajas impositivas y legales, y el asombroso parecido de ambas culturas.
Ciudad de Panamá es una ciudad de
un poco mas de un millón de habitantes, comparable a la zona metropolitana que
conforman Barcelona-Lecherías-Puerto La Cruz. Cuando estaba aterrizando vi de
inmediato cómo ha crecido en poco tiempo. Edificios cuya construcción había
permanecido paralizada por años están ahora listos para habitar. Hay nuevas
avenidas, centros comerciales, nuevos restaurantes y mucho tráfico de gente, de
aviones, de dinero. Hasta en las zonas más pobres se ve que ha llegado algo de
progreso: luz eléctrica, calles asfaltadas, telecomunicaciones, incluso ese
adorno que yo pensaba tan venezolano como lo son las antenas de televisión en
los ranchos.
Lo que más me llamó la atención
fue el hecho de ver en forma tangible los resultados de la inversión reciente.
No pude sino relacionarla por contraste con nuestra Puerto La Cruz de hoy, por
seguir con el ejemplo, el puerto de los ferrys deteriorado, las calles llenas
de huecos y la basura atravesada. En Venezuela nos bombardean con propaganda
sobre el crecimiento económico en que vivimos, los proyectos en ejecución, los
chorros de dinero que se invierten en obras que al final nadie sabe qué pasó
con ellas. Lo que sí vemos es la infraestructura que se cae a pedazos, los
edificios a medio terminar y las fabricas cerradas por falta de equipos y
repuestos.
Panamá, uno de nuestros hermanos
menores, hoy por hoy nos da clases de cómo invertir el dinero. Lamentablemente
ahora se nota mucho más la distancia entre las zonas ricas y las pobres, hay
más delincuencia (que por fortuna todavía no pasan de ser rateros) y las
medidas para mejorar la educación y la calidad de vida de las clases mas pobres
van como siempre más lentas que el progreso. En eso sí nos parecemos. Ojalá que
logren revertir esa tendencia, pues si no estarán sentados sobre una bomba de
tiempo.
Caracas, 2 de febrero de 2012
Excelente nota Angélica. Estaré pendiente de tu blog en el futuro. Saludos!
ResponderEliminarGracias Félix! Un abrazo
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