Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








lunes, 5 de marzo de 2012

Obra de arte o realidad


En los días de carnaval tuve la oportunidad de visitar uno de los museos más importantes a nivel internacional: el Museum of Modern Art, en Nueva York. Ahí vi una escultura que me llamó poderosamente la atención. Pensé, por lo que representaba, que la había hecho un venezolano. Era como la parte delantera de un carro chocado, de esos que el seguro da como pérdida total: el capó doblado, el chasis retorcido, la rejilla como una lengua afuera. Lo que más me llamó la atención es que estaba pintada con los colores de la bandera, en el exacto orden amarillo azul y rojo que aprendimos desde niños. Donde van las estrellas estaba clavado el parachoques plateado, reluciente como una espada.

Nunca una obra de arte me pareció tan alegórica. Es como si el artista hubiera entendido nuestro entorno, nuestra rutina diaria. Me imaginé cada golpe como los que recibimos cada vez que abrimos el periódico: la contaminación del río Guarapiche en Monagas, las miles de toneladas de alimentos que otra vez se pudren en Puerto Cabello, la merma en la producción de la mayoría de las empresas del Estado.

Nuestra retahíla de problemas nos deja en el alma una huella como la que dejan los golpes: la piel hinchada, morada, dolor interno. No hay un solo titular que tenga algo positivo, ni en la prensa ni en nuestro día a día: que el metro se paró en Caño Amarillo y la gente no va a llegar a tiempo al trabajo, que los obreros de una empresa en Guayana tienen ya mas de tres semanas encadenados en las puertas reclamando sus prestaciones, que le dieron un tiro en la cabeza a un cantante, o que mataron a alguien conocido.

Caminamos por las calles, vemos un hueco y nos preguntamos si será tan difícil mantener el asfalto medianamente nivelado, buscamos un medicamento con la certeza que vamos recorrer al menos cuatro o cinco farmacias antes de conseguirlo, hacemos el mercado pensando de antemano dónde encontrar lo que no esté en los anaqueles. Buscamos la solución del problema del día mientras hacemos mentalmente el ejercicio de compararlo con un estándar interno de lo que debería ser, o mejor aún, lo que pudiera ser.

Por eso esa imagen de país chocado me impactó tanto. La escultura en cuestión no la hizo un venezolano, pero representa tan perfectamente lo que vivimos, que sentí la necesidad de describirla, de compartirla. Porque al ver a mi alrededor me pregunto si el país todavía puede salvarse, o si ya pasamos a pérdida total.

En cualquier caso, para levantar al país, vamos a tener que hacer mucho más que latonería y pintura. Vamos a tener que sacarle golpes a las instituciones, enderezar procedimientos, comprar equipos nuevos, reconstruir lo que sea posible, entrenar a la gente. Y hay que estar preparados.

Caracas, 2 de marzo de 2012

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