A los periodistas en su día
Sostiene Pereira
que no es casualidad que yo haya terminado de releer ese libro de Tabucchi que
relata su historia justo el día del periodista, o del comunicador social como
se le llama ahora, para abarcar todos los medios en los que está involucrada la
profesión hoy en día.
Me cuenta Pereira que, cuando él ejercía el periodismo, una nube gris de violencia y represión se cernía sobre Lisboa y sobre todo Portugal.
Cada evento que reseñaba en su columna de sucesos era más triste, más inverosímil, más violento que el otro. El gobierno de Salazar comenzó una censura férrea que lo obligó a esconderse detrás de la página cultural del periódico donde escribía, o mejor dicho, el director de su periódico, aliado del régimen, lo convenció para que se cambiara de sección, borrara su firma de los artículos y así no meterse en problemas con el gobierno.
No era que él
hubiese firmado una lista rara en contra del presidente, no, ni tampoco había
hecho huelgas, ni marchado por la libertad de expresión o porque las cosas se
hicieran con cordura, sin gastos desmesurados, en beneficio de todos los portugueses
y no solo de los que estaban a favor del régimen. Tampoco había hecho
declaraciones incómodas, ni había entrevistado a personalidades que tenían posiciones
críticas, ni había reseñado la situación de las cárceles, o del metro, o de las
empresas básicas. Pero era más cómodo pensar que el dictador hacía todo por el
bien del país, que las cosas tenían un orden y así debían ser, que el problema
era que él, Pereira, ya estaba viejo y los tiempos habían cambiado.
Hasta que la
vida tocó su puerta y lo hizo despertar, moverse, repudiar lo que estaba
sucediendo. Conoció a un joven de esos que creen en un futuro diferente, que lo
sacó de la pasividad del periodismo de oficina y lo obligó a volver a ejercer
de cronista, a tomar posición frente a la corrupción, a los desmanes del
gobierno, la violencia en las calles, los secuestros, los presos políticos, los
cortes de luz, la falta de alimentos.
Pereira retomó
su profesión con dignidad, con la fuerza de quien está en lo cierto. Se sentó
frente a la máquina de escribir y denunció a los funcionarios con nombre y
apellido, no pudo quedarse indiferente. Pero Pereira tuvo que irse del país. No
quiso engrosar la lista de desaparecidos o de presos políticos. Eso sí. Lo hizo
con la frente en alto, como el que sabe que solo así se puede luchar contra una
dictadura: con valentía, con inteligencia y sobre todo, escribiendo con las
razones del corazón.
27 de junio de
2012, Día del Periodista
No hay comentarios:
Publicar un comentario