"La guerra no
empieza nunca con el primer tiro. La guerra empieza con el cambio de
lenguaje."
Ryszard Kapuscinski
Me ha tomado mucho
tiempo retomar la escritura, pues cada vez que escribo algo parece obsoleto al
cabo de unas horas. Los venezolanos estamos viviendo un momento que parece un
torbellino, hoy pasa una cosa, mañana otra igual o más importante, y atrapados
en ese frenesí, aunado a la incertidumbre del rumbo del país, nos llenamos de
angustia, de tristeza, de impotencia.
Decidí buscar textos
que me ayudaran a entender lo que está pasando desde otra perspectiva. El mundo de hoy, un libro de Ryszard
Kapuscinski, me cayó en la mano como primera guía. Un hombre como Kapuscinski,
nacido y formado en la guerra, reportero de conflictos, agudo observador de la
realidad que lo rodeaba, es capaz de enseñarnos hoy, años después de su muerte,
las claves de lo que ocurre a grandes trazos, y como manejarse en este mundo lleno
de incertidumbres.
Kapuscinski fue un
reportero excepcional, tenía la habilidad de describir situaciones muy
complejas –no solo conflictos y guerras en marcha, sino las tormentas sociales
que estos creaban–, y hacernos pensar que estábamos ahí, con él, a cada paso. “Para poder escribir
sobre la guerra, el reportero tiene que hallarse en el centro de la misma, y
por consiguiente, exponerse a todas sus consecuencias”, nos dice.
Lo primero que me pasa es que, en este momento, no estoy en
la guerra: no he llorado con las bombas lacrimógenas, no he sudado en las
marchas, no me he torcido el pie tratando de escapar de una tanqueta, no he
escuchado los gritos de dolor de las madres a quienes les han matado los hijos,
no he vivido el miedo a que me pongan presa y me torturen. No de cerca. No ahí.
Esta vez el conflicto me agarró fuera del país, y me quedé en un limbo, mirando
por las redes los incesantes videos de marchas, de muchachos valientes que
salen a proteger a la gente y que conforman una primera línea de batalla,
muchachos que son asesinados por bombas o por balas, muchachos que ponen presos
y que torturan y tratan de quebrar. Si, si he oído los gritos, grabados en esos
videos. Si, si me puedo imaginar estar ahí, porque he estado otras veces,
porque estos cuatro meses de protestas ocurrieron prácticamente debajo de mi
ventana, porque todos los días me despierto buscando las noticias, a ver qué
pasa, a ver cómo avanzamos, a ver si algo se define.
Quizá no puedo escribir directamente sobre lo que ocurre,
pero sí sobre como nos afecta a todos los venezolanos que estamos pendientes,
que salimos el 16 de julio a votar dentro y fuera del país, en un gesto
maravilloso de ciudadanía (perdida), para rechazar pacíficamente al gobierno que
hoy está en el poder.
En cada uno de los videos publicados tanto en las cadenas de
noticias internacionales más prestigiosas –BBC, El País.es, El Mundo, El New
York Times–, como en las redes sociales, veo un país que ha ido avanzando hacia
una guerra, o hacia una posibilidad de guerra que cada día es más fácil de
imaginar y de temer. "La guerra no
empieza nunca con el primer tiro. La guerra empieza con el cambio de
lenguaje." [1], nos dice Kapuscinski en su experta sabiduría. ¡Cuánta
verdad hay en esta frase, en esta sola cita! Recordé por allá en 2002, al
presidente de Venezuela despidiendo a unos empleados por televisión, usando un
pito, como un arbitro en un juego de futbol. La violencia de ese acto me quedó
marcada. Y luego el uso cada vez más frecuente de insultos, de palabras soeces,
de gestos violentos, como por ejemplo pegar el puño contra la mano abierta,
amenazando al contrario.
Desde ese entonces
hasta ahora el uso de lenguaje violento no ha hecho sino arreciar. El presidente
de hoy baila en la televisión mientras matan a los jóvenes y habla de usar las armas en contra de la
gente sin que le tiemble la voz, sin que le cambie la cara. Claro, ya estamos
en una fase que no es solo el lenguaje, ya los primeros tiros tienen víctimas
que lamentar, ya hay más de 130 muertos en estos cuatro meses y han herido a
cientos más. Hay presos, hay torturados, desaparecidos, nuevos exiliados…
Kapuscinski, hablando
del 11 de septiembre de 2002, decía que ese evento nos da la oportunidad de
repensar el mundo: o enfrentamos la realidad y tratamos de resolver en forma
conjunta los problemas que nos aquejan–las injusticias, las desigualdades–, o
dejamos que los militares controlen el poder, pegando duro cuando sea necesario
para mantener el status quo. Palabras más palabras menos.
Los venezolanos
estamos quizá ante esa coyuntura. Enfrentar la realidad entre todos o dejar que
los militares mantengan el status quo. El domingo 6 de agosto, en uno de esos giros
que ya parecen rutina, un grupo de rebeldes robaron unas armas y soltaron un
video por las redes. No sabemos que hay de cierto, las informaciones van y
vienen. Todo esto forma parte de un torbellino que pareciera que nos lleva a la
guerra, una guerra que la mayoría del pueblo rechaza, que los líderes de la
oposición también rechazan, pero que se mueve como si tuviera vida propia.
El mismo domingo
también, por primera vez, se reunieron en un acto publico disidentes del gobierno
y líderes de la oposición en el Encuentro en Defensa de la Constitución.
Este acto no debe
pasar desapercibido entre tanto ruido de sables. Creo que debemos fomentar más
encuentros como ese, que representa una concertación de voluntades más amplia
incluso que la que hasta ahora ha abarcado la Unidad. Es la mejor oportunidad
que tenemos para repensar nuestro futuro y exigir un cambio. Para mantenernos
plantados ante la irresponsabilidad de los que gobiernan el país.
10 de agosto de 2017
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