He querido escribir sobre lo que pasa en Venezuela y sin embargo, me freno. Me freno porque sé que es viajar a un lugar profundamente doloroso, es rasgar una herida, de esas que se cierran por fuera pero que quedan abiertas por dentro, llenándose de sangre y pus, en un absceso hediondo y terrible que, si estalla, no solo salpica la piel y la ropa, sino que ahoga el alma. Por eso mi herida ha seguido ahí, cerrada, bloqueada bajo llave y candado, con mil cadenas para que no se mueva, para que no se abra, para poder seguir adelante.
Y sin embargo…
La noticia de la muerte del concejal Albán me horroriza y me indigna al mismo tiempo. El concejal Fernando Albán, preso en las celdas del Sebin, fue asesinado. Los funcionarios del gobierno se empeñan en llamarlo “muerte”, como si hubiera sido un acto casual, inocente si se quiere, “ups, se murió”, y todos viéndose de reojo, volteando hacia arriba y silbando, con las manos atrás, haciendo los locos, “ups, parece que lo empujaron, no fui yo ni tú tampoco”. Ups. Pus. Podredumbre. Albán estaba encarcelado ilegalmente, estaba en manos de sus opresores, responsables de su seguridad, eso fue un asesinato.
No podemos quedarnos callados ante tal acto de violencia de un régimen que todavía algunos titubean y no quieren llamar dictadura. No, no podemos quedarnos callados, ni los que están en Venezuela ni los que estamos afuera.
Hay que actuar en rechazo a ese acto inhumano, protestar, aunque sea en solitario, hablar con el taxista y con la señora que hace las fritangas en la calle, hacer de esta muerte una razón más para denunciar lo que sucede, para exigir acciones a la dirigencia política, a los partidos, a las organizaciones internacionales.
Hay que actuar en rechazo a ese acto inhumano, protestar, aunque sea en solitario, hablar con el taxista y con la señora que hace las fritangas en la calle, hacer de esta muerte una razón más para denunciar lo que sucede, para exigir acciones a la dirigencia política, a los partidos, a las organizaciones internacionales.
A lo mejor no pasa nada. O sí, seguramente ponen preso al que limpió la sangre de la acera, o al que leía lo ocurrido en el teléfono, o no dejan salir del país al que tiene esa noticia en su TL, como ha sucedido antes y va a seguir sucediendo.
Mi acción de resistencia personal pasa por la escritura. Escribo para sacar fuerzas, para verbalizar la tristeza y la rabia, la frustración y la desesperanza. Sé que cada uno está haciendo algo desde donde puede. Hoy, sin embargo, deberíamos hacer un alto en la rutina y vestir el alma de luto. Una vez más. Por Fernando Albán y por todos los caídos, los presos y torturados. Porque ellos se merecen que hagamos algo unidos.
9 de octubre de 2018
Angelica, de verdad en nuestra mente no cabe tanta maldad y locura, solo ante todas estas cosas y otras, le pido a Dios que desde su gran amor y luz sobre los hombres de la tierra obre su Justicia Divina, y que por favor todas aprendamos lo que debemos aprender para poder salir lo mas rapido de todo esto. Estoy contigo.
ResponderEliminarGracias!
EliminarQué terrible es, Angélica. Mucha fuerza. Yo también comparto tus palabras y espero que las lea más y más gente.
EliminarGracias Bar!
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