Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








viernes, 18 de noviembre de 2011

Tiempos de cambio

Antes, los apamates florecían en abril y las lluvias eran en mayo y en agosto. Antes, el cielo se despejaba en diciembre y veíamos el lucero de la navidad. Antes, la gente se saludaba en la mañana y seguía su camino, o se quedaba conversando con el vecino, enterándose de las últimas nuevas de la cuadra. Hoy, llueve en noviembre y hace calor en septiembre como si fuera mayo, o agosto. Hoy, si nos conseguimos a alguien en la misma acera ponemos cara seria, evitamos la mirada. Hoy, vemos de lejos a un policía y nos alejamos, sin saber si es amigo o enemigo. Hoy, solo conversamos sobre muertos y accidentes, sobre expropiaciones e invasiones, o nos pasamos el dato en un susurro, de dónde hay aceite o café, o harina de maíz. Antes solía quedarme en la oficina hasta tarde, para no tener que llevarme trabajo a la casa. La semana pasada se metió un ladrón armado al edificio donde trabajo. También entró la policía. Quedamos todos presos. Ahora debo irme cuando todos se van, pues a los atracadores les gusta la gente como yo, que se queda de noche en oficinas solitarias. Antes caminaba tranquila temprano en la mañana, para hacer ejercicios y ordenar el día. Ahora, cada vez que paso por la curva pienso en el muerto que consiguieron un sábado tirado en la orilla de la calle. “Un occiso señora“, dijo el policía que me frenó en seco cuando caminaba desprevenida. Un hombre joven, me dijo el señor que barre, que lo vio primero y dio la voz de alarma. Un muerto en la orilla de la calle, al lado de mi casa. Hoy escribo en la noche, desde mi estudio. Ya casi nadie sale en las noches. Caracas tiene un toque de queda, autoimpuesto por la misma gente, pues no se quieren arriesgar a que la atraquen, a que la roben, a que la maten. Soplan tiempos de cambio. Esta semana vimos algo diferente: cinco personas que llegarán a ser una sola, con mucha gente apoyándolas, para poder cambiar las cosas. Nuestros jóvenes no habían podido presenciar este espectáculo, de discusión y de esperanza. A nosotros casi se nos había olvidado. Quizá mañana siga lloviendo en diciembre y los apamates ya no sepan muy bien cuando florecer, pero nosotros tendremos calles libres de occisos y de tanta tristeza que hoy nos agobia. Caracas 17 de noviembre de 2011

miércoles, 9 de noviembre de 2011

Unidad a seis voces

Cuando yo estaba chiquita, mi mamá, que era profesora universitaria, me llevó al Aula Magna de la Universidad Central a un acto, no se de qué, que comenzó cuando entraron en fila unos jóvenes con boina y traje azul y empezaron a cantar. Todavía hoy recuerdo la belleza de las voces que cantaban el himno nacional con melodías diferentes, pero en armonía.

La semana pasada fuimos testigos de un evento excepcional en la vida democrática venezolana: la inscripción de seis precandidatos a la presidencia de la república, que participarán en las primarias para escoger el candidato de la unidad. Diga lo que diga el oficialismo, este es un evento profundamente democrático. Significa que, como oposición, queremos ir unidos, pero que internamente aceptamos la diversidad.

Se dice fácil eso de la diversidad, la pluralidad, la democracia. Apenas uno de los contendores alzó su voz en desacuerdo por unas medidas y de inmediato comenzamos a descalificar la situación: que los trapos sucios se lavan en casa, que ya comienzan los pescueceos, que eso no es unidad. Resulta que se nos ha olvidado lo que es disentir, se nos ha olvidado que discutir es sano, útil, necesario. Estamos acostumbrados a la censura previa, a que los cogollos decidan y no haya participación. Disentir es parte del cambio. Negociar las diferencias es lo que nos hace crecer. Crecer y multiplicarnos.

Yo no estoy especialmente con ninguno de los precandidatos. Observo el proceso no desde afuera, sino con curiosidad. Quiero entender quién ha aprendido algo en estos últimos doce años y quien sigue con el discurso manido del pasado. Pues no se trata de quitar lo que hay para retroceder doce años en el tiempo, o quince, o cuarenta. Se trata de hacer futuro.

Y cuando vemos el futuro, los seres humanos necesitamos esperanza. La vida es la búsqueda de la felicidad, es tener la posibilidad de alcanzarla, es sentir que lo que hacemos nos lleva a vivir mejor, que podemos darle lo mejor a nuestros hijos.

Hoy, este optimismo es posible. Es factible, realizable. Hay soluciones para nuestros problemas que pueden comenzar a implantarse desde el día uno del nuevo gobierno. Hay otras que solo ameritan que queramos cambiar, que exijamos desde ya nuevas actitudes, tanto a los gobernantes actuales como a los que están por venir. En ese sentido, los precandidatos más jóvenes (dios me libre de descalificar a los viejitos) muestran esa fuerza, esa contundencia y esa necesidad de hacer las cosas de otra manera.

Cambiar no es fácil. Aún cuando sea un cambio deseado, remover las estructuras existentes, el orden conocido, para sustituirlo por otro que no está muy claro siempre trae miedos, libera fantasmas. Pero no hay nada mejor contra ese miedo que tener las seis voces de los precandidatos presidenciales, unidas a las de los candidatos de las gobernaciones y alcaldías en cada estado y en cada municipio, para difundir el mensaje de cambio, de esperanza de que podemos construir un futuro mejor, diferente.
Chávez no es invencible. Podemos ganar. Podemos hacer la Venezuela que queremos. Eso sí, tenemos que lograr cantar en armonía.

Caracas, 8 de noviembre de 2011

jueves, 22 de septiembre de 2011

La enfermedad del siglo XXI

Hoy es el primer día de otoño, en el hemisferio norte. En el cono sur, el primer día de primavera. Hoy también es el día mundial del Alzheimer. Es un día que se conoce poco, a menos que uno tenga algún familiar que esté sufriendo esa enfermedad. Sin embargo, el número de personas que la padece es cada vez mayor. Solo en España, cada diez minutos se diagnostica un nuevo caso, mientras que en los Estados Unidos eso ocurre cada 69 segundos.

A pesar de ser “la enfermedad del siglo XXI” y la séptima causa de muerte en el planeta ⎯más de 35 millones de personas en el mundo tienen Alzheimer u otro tipo de demencia y se proyecta que para el 2050 habrá 113 millones⎯, poco se sabe sobre sus causas, no hay un método certero para diagnosticarla y no tiene cura. Es irreversible.

En el Alzheimer, las neuronas que controlan la memoria, el pensamiento y el lenguaje interrumpen el paso de mensajes entre ellas, de manera que el enfermo pierde la capacidad de recordar asuntos cotidianos, de reconocer a las personas cercanas, y va perdiendo los hábitos más automáticos y primarios, hasta que termina por depender totalmente de otras personas.

La enfermedad del olvido. No de olvidos normales, como los de los abuelos, o los que nos producen los nervios, o el estrés, sino que borra tus recuerdos, olvidas lo aprendido, dejas de ser. Es la peste que predijo García Márquez cuando escribió sus Cien Años de Soledad y el pueblo de Macondo se enfermó hasta el punto de poner carteles en todas partes con los nombres, para luego olvidar también el significado de las palabras. Pero en nuestro mundo no hay antídoto, todavía no existe la poción que recupera la memoria y nos devuelve los recuerdos.

Hoy para mí es el día mundial del Alzheimer. Para mi mamá, es un día más en su rutina. Una rutina que no es rutina para ella, como lo es para nosotros. Ella solo se concentra por momentos breves, suelta lo que hace y busca otra cosa. Pararse, bañarse, comer, pararse, caminar, pararse, caminar, sentarse, pararse, tomar un jugo. Toma un bolígrafo, le quita la tapa, se la vuelve a poner, se la quita, se la pone, quita, pon, se cae. Toma el papel. Hace amagos para leer, une letras en palabras, e l e m e n t o s d e l h o g a r, lee en una revista. No sé si lo entiende. No sé si sabe qué fue lo que leyó. Sigue con el dedo lo que está escrito, silenciosamente, mira hacia delante, otra vez hacia el papel. E l e m e n …mira por la ventana. Se para, camina, se asoma, camina, se sienta.

Hoy es un día igual que todos, pero es igual para mi. Quizá no para ella. Quizá todos los días sean nuevos para ella. Quizá los reciba con alegría porque no sabe que están todos dibujados en la misma rutina. La pastilla, la comida, la caminata, la pastilla. Se ríe, se duerme, pero la mayor parte del tiempo está con esa cara que parece una máscara, sin expresión, una máscara más bien seria, concentrada observando el horizonte. Mira sin pensar. ¿Será eso?

Hoy es un día diferente. Es el día para pensar en los enfermos de Alzheimer y quizá hacer algo más que recordar. Quizá la amnesia de ellos nos sirva para salir a crear recuerdos futuros, bonitos, esos que serán nuestros recuerdos.


Caracas, 21 de septiembre de 2011

viernes, 2 de septiembre de 2011

Sísifo en Caracas

Quizá mis vacaciones fueron demasiado cortas. Un breve paréntesis para respirar, para oxigenarme, para pensar en el futuro, en ese futuro que nos preocupa a todos: el propio, el de los hijos, el de la familia, el del país. Quizá la mía, como muchas familias venezolanas, está presa de angustia, ese qué va a ser de nosotros, qué podremos esperar este año, el año que viene, o después. Lo cierto es que al regresar, lo primero que siento a mi alrededor es que el fantasma de la incertidumbre ha tomado todos los ámbitos, todos los colores, todos los espacios.

No solo se trata de quién va a ganar en unas elecciones. Hoy en día y dado el nivel de deterioro de la calidad de vida, el tema es también cómo vamos a salir de este atolladero. ¿Qué hay que hacer para que el país retome una senda de desarrollo? ¿Será que es posible?

La semana pasada escuché parte de una cadena anunciada como sumamente importante para el futuro del país. Durante esa cadena estaban todos los ministros ⎯ya no se ni cuántos son, parecían más de treinta⎯, reunidos en una mesa larga. El presidente los interpelaba mientras decía lo maravilloso de esta nueva misión, que permitiría lograr las metas de la revolución. Hablaban, entre otras cosas, de la compra de máquinas nuevas, equipos chinos de última tecnología para hacer casas. La cámara mostraba en close up dibujos de retroexcavadoras, una fresadora para remover el asfalto ⎯que alguien comparó con un gusano⎯, unas apisonadoras y otros equipos que recuerdo básicos en el oficio de la construcción civil.

Comprar equipos de construcción es un evento digno de ser discutido en la mesa con todos los ministros. Hacer el trabajo normal es un acontecimiento para ser reseñado, para propaganda. Lo que debería haber estado comprado y andando hace años es un logro de la revolución.

Ya he perdido la cuenta de cuantas veces hemos escuchado la misma historia. Ministros van y vienen, se multiplican y luego se retiran por la puerta de atrás sin que podamos ver qué fue lo que hicieron de nuevo, si ahora hay algo diferente. Todo se ha deteriorado a un nivel inimaginable hace unos años. Lo peor es que si uno les pregunta a los ministros y responsables, seguramente consiga las respuestas de siempre, que todo es culpa de la cuarta, que estamos arrancando.

Trece años arrancando. O más. Como Sísifo, que empuja la piedra hasta la cima en eterno castigo, vemos a nuestros gobernantes comenzar una y otra vez las mismas tareas: ampliar la red eléctrica, mejorar el sistema de distribución de agua potable, reconvertir los hospitales, construir carreteras y puentes. Miles de millones de bolívares aprobados en presupuestos que se diluyen cuando se vuelve a caer la piedra y cambian al ministro de turno. Nadie pregunta qué pasó con lo que se ha perdido. Vuelta a empezar.

Hace falta hacer algo diferente. Quizá la diferencia no esté solo en participar en las elecciones, sino en cómo nos incorporamos para construir ese futuro de cambio. No podemos seguir dejando que otros empujen la piedra por nosotros. Corremos el peligro de que se vuelva a caer.

Caracas, 29 de agosto de 2011

sábado, 16 de julio de 2011

De ausencias y retornos

Un amigo madrileño me dijo, medio en broma, medio en serio, que tenía que ponerme las pilas, pues si Chávez no estaba, no iba a tener de qué escribir. La ausencia-aparición del presidente puso en evidencia el peso de esa figura en la vida cotidiana; nos hemos acostumbrado a pensar permanentemente en él, a favor o en contra, para hacer o deshacer. Parecemos niños en un salón de clase, sentimos la presencia omnipotente del maestro que se pasea por los pupitres, con las manos agarradas a la espalda, mirando por encima del hombro a ver si están bien hechas las sumas, a ver si la letra tiene la caligrafía correcta.

Este asueto ha servido para reflexionar, para imaginarnos justamente lo que va a pasar a partir del 2012: una Venezuela sin Chávez en el gobierno. Ese es el escenario que tenemos que definir, hacia donde debemos dirigir nuestros esfuerzos. Áreas sobran, problemas tenemos a borbotones, lo que nos falta es una estrategia clara de qué es lo que vamos a hacer, cómo lo vamos a llevar a cabo y quiénes vamos a participar. Imaginarnos el escenario del día después, trae como consecuencia pensar en qué queremos mantener, qué vamos a rescatar y qué cosas vamos a construir nuevas, diferentes.

Lo primero es reaprender a valorar el conocimiento técnico, el trabajo en equipo y el liderazgo compartido. Tenemos demasiado tiempo ─demasiada historia─ de caudillos que todo lo saben, que ponen a cualquiera al mando de las empresas, de los ministerios, con la única recomendación de la obediencia, de la supuesta fidelidad al gobierno de turno. La clase de problemas que tenemos requiere, para solucionarlo, líderes con capacidad técnica y con entusiasmo para llevar a cabo los cambios necesarios. Eso significa que ese líder no sea, como hasta ahora, denominado solo por partidos, sino que se seleccione el más apto, el que mejor convenga, mediante concurso si hace falta. Especialmente en las áreas de energía, de infraestructura y de tecnología, donde no se puede seguir improvisando.

Tanto los grandes temas sociales ─la salud, la vivienda, la educación─, como los de política interior ─la justicia, el manejo de las cárceles, la seguridad─, han tomado tal complejidad que seguramente van a hacer falta equipos de expertos no solo a nivel nacional sino internacional, para diseñar soluciones especiales que requiere este país en emergencia.

La incorporación de los jóvenes es materia pendiente, pues son ellos quienes hasta ahora han estado marcando el camino, quienes han demostrado fuerza, ganas para cambiar las cosas y la intuición de qué es lo que se necesita en este nuevo país que estaremos construyendo.

La naturaleza del reto que tenemos por delante necesariamente llama a que cada quien tome responsabilidad sobre su parte para lograr el cambio. Dejaremos atrás estos tiempos de gravitación de una sola figura, todopoderosa y omnipotente, y pasaremos a decidir responsablemente qué es lo que vamos a hacer como sociedad. Tenemos mucho trabajo, mucho que hacer, para seguir dando vueltas alrededor de un presidente que ya tiene sus días contados en el ejercicio del poder.


Caracas, 14 de julio 2011

miércoles, 4 de mayo de 2011

Un mundo feliz

Será la lluvia que cae, infinita, una cortina de agua que va borrando los días, las semanas. O los alimentos podridos que todavía se guardan en almacenes, o se queman a escondidas. O los cortocircuitos causados por el vaivén de la luz, que hace titilar no solo la televisión o los aparatos electrodomésticos, sino que borra la memoria. Será que estamos agobiados por el bombardeo incesante de noticias importantísimas, que no duran más de veinticuatro horas, que nos roban la energía como los vampiros que chupan la sangre y luego remontan por los aires para colgarse a descansar en algún rincón oscuro, sonriendo felices.

Será esa la felicidad a la que se refieren en esa encuesta, la que sienten algunos al ver el tropel de gente que, como fantasmas sin fuerzas, remonta cuesta arriba las escaleras del metro, parado por enésima vez dentro de los túneles. O cuando ven cómo cruzan las calles en hordas, buscando busetas o algún medio de transporte que los lleve chapoteando hasta sus casas, mientras ellos se soban la tripa llena y se recuestan en su poltrona de cuero a firmar cheques de dinero ajeno.

O será el olvido que nos causa la embestida permanente de robos y secuestros, de amenazas y gritos que ya no queremos escuchar, pues no podemos procesar.

Entonces preferimos recordar los momentos de abrazos cariñosos y comidas familiares, de escapadas a la playa con el bikini en la cartera y unos realitos para la cerveza, preferimos aprovechar los pocos instantes de un sol que se la pasa escondido entre la lluvia, ese sol que borra todo y nos hace añorar el calor de la tierra y de los amigos, las risas, la música, las ganas de vivir.

Y con ese recuerdo en la cabeza decimos que somos felices, aún cuando la felicidad está solo en el recuerdo, en lo que pensamos que somos aunque solo sea pasado. O quizá decimos que somos felices porque vemos alegría en el futuro, porque tenemos la esperanza de cambiar las cosas, de construir nuevas realidades, que no serán iguales a ese recuerdo, pero serán también nuestras, diferentes al presente de odio y de violencia, que algunos todavía se atreven a llamar felicidad.


3 de mayo de 2011

P.D. El mes pasado salió publicada una encuesta Gallup, donde Venezuela quedó como el quinto país más feliz del mundo...

viernes, 25 de marzo de 2011

La cruzada estudiantil

Veo la imagen de uno de los estudiantes que se cosió la boca para demostrar así que no está haciendo trampa en la huelga de hambre y me pregunto de inmediato: “¿hubiera tenido yo la valentía de hacer lo mismo en ese caso?”. No sé, tengo sentimientos encontrados.

Por una parte, sigo pensando que la huelga de hambre, así como el paro petrolero y otros tipos de huelga, son medidas extremas a las que hay que recurrir con mesura, con una meta muy concreta a lograr y cuando todos los otros recursos se han agotado. Pero por otra parte, sé que en este país en el que vivimos las instituciones están secuestradas por el gobierno y se niegan a atender los casos de violaciones de derechos humanos, de incumplimiento de contratos colectivos, de revisión de acuerdos y de leyes, en fin, de todo lo que para ellos huela a oposición, pues según el gobierno, estas protestas forman parte de una operación para desestabilizar al país.

Entonces, ¿cómo lograr que el gobierno reaccione, o que el país reaccione y exija sus derechos?

Estos muchachos han iniciado una cruzada. Tienen ya casi un mes en huelga y están dispuestos a llegar hasta el fin. Así lo han declarado a los medios, así lo han demostrado haciendo cosas como coserse la boca. Y los partidarios del gobierno lo único que saben hacer es montarles una parrilla frente al sitio donde hacen la huelga, o utilizar la televisora del Estado para tratar de descalificar sus acciones, a través de discursos infamantes y videos engañosos, o reírse como hienas en programas de humor denigrantes. Especialmente lamentable es el caso de la ministra Córdova, que intenta descalificar la acción de los estudiantes diciendo que están siendo manipulados, como si fueran títeres o focas, cuando justamente lo que están demostrando es independencia de criterio y valentía en sus decisiones.

La huelga de hambre en Venezuela ha cundido como medio de protesta casi único. La sordera y la desidia de las instituciones, la posición lamentable del Ejecutivo, incapaz de tomar decisiones en ninguno de los sectores si no son bendecidas por el jefe máximo, la indecisión de los sectores políticos y el marasmo de la sociedad civil ha llevado tanto a individuos como a gremios organizados a utilizar una forma de protesta extrema como la única manera para lograr ser escuchados.

Vemos en la prensa que durante el 2010 se hicieron 105 huelgas de hambre, y en lo que va del 2011 están contabilizadas más de 35, lo que está prendiendo luces de alarma en las instituciones internacionales de Derechos Humanos. Enfermeros, obreros, personas que luchan por sus derechos como empresarios o trabajadores indistintamente, utilizan la huelga de hambre en forma parcial o, como este caso de los estudiantes, en forma ya extrema, para solicitar un presupuesto justo a las universidades autónomas de todo el país.

Durante la huelga anterior los estudiantes lograron liberar a varios de los presos políticos. En esta, han logrado que aumenten las becas estudiantiles, homologándolas con las que otorga el gobierno a las universidades “revolucionarias”. Han logrado también promesas de mejoras en los servicios de transporte y el comedor estudiantil. Pero no quieren levantar la huelga, pues falta lo más grueso de sus peticiones: el compromiso serio de aumento del presupuesto universitario para el mejoramiento de las condiciones laborales de obreros, empleados y profesores.

Tristemente ya tenemos una primera víctima de huelgas de hambre, a quien no debemos olvidar: Franklin Brito. Ojalá tanto el gobierno como la dirigencia estudiantil se sienten de inmediato a negociar una salida a esta crisis, pues no es con muertos como queremos construir nuestro futuro.


25 de marzo de 2011

viernes, 18 de febrero de 2011

Barry, John Barry

Su tarjeta de presentación era la música del agente 007. Sean Connery no hubiera sido el mismo sin los temas que Barry compuso para Goldfinger, Doctor No, De Rusia con amor, Solo se vive dos veces; o sin su arreglo maravilloso del tema principal de James Bond, ese cuya autoría causó controversia, pero que sin duda también era en parte suyo.

Descubrí a John Barry por casualidad hace ya algunos años, cuando compraba música en un centro comercial y tenían puesto el tema de la película Somewhere in Time. Compré el disco y me dí cuenta que era uno de mis músicos anónimos preferidos, anónimo porque confieso que me cuesta mucho quedarme leyendo los créditos después de que se termina una película, no tengo la disciplina de averiguar qué pieza, quién toca, cómo se llama el autor. Así que cuando tuve el CD en mis manos, resultó una alegre sorpresa saberlo compositor de otros temas hermosos, como el de Out of Africa o Danza con Lobos.

Estoy segura de que Robert Redford y Meryl Streep no hubieran disfrutado igual su viaje en ese avión amarillo, sobrevolando los paisajes de África, ni las garzas rosadas se elevarían con tanta elegancia, ni las montañas se verían tan majestuosas, o las llanuras tan anchas, sin la música de Barry al fondo.

Hace un par de semanas leí en la prensa sobre su muerte. Admiradora de su música como soy, quise recordarlo en esta columna e invitarlos a escucharla conmigo, antes de volver a guardarla en mi Ipod, en la lista de cine musical que comparte con Morricone y su Cinema Paradiso y con el tema inolvidable de Candilejas.


Out of Africa
http://www.youtube.com/watch?v=q_fAEdw7ts0

Somewhere in time

http://www.youtube.com/watch?v=rf8C_fkEXqQ&feature=related


El tema de Goldfinger y James Bond

http://www.youtube.com/watch?v=DLh8oDnWHHw


17 de febrero 2011

lunes, 7 de febrero de 2011

Casa por cárcel


“La justicia se convirtió en antes y después de mi detención.”
María Lourdes Afiuni

Maria Lourdes Afiuni Mora releyó por tercera vez el expediente que estaba encima de su escritorio. Respiró profundo y mandó a llamar a los funcionarios correspondientes. Había tomado una decisión que sabía iba a ser polémica, aún cuando estuviera totalmente apegada a derecho. Quince minutos después de anunciarla, fue apresada por los mismos funcionarios que custodiaron al empresario a quien acababa de dejar en libertad condicional.

La jueza 31° de Control de Caracas nunca se imaginó que las consecuencias de su decisión serían tan graves, no solo para ella, sino para el ejercicio equilibrado de la justicia en Venezuela. Fue condenada por el propio presidente de la república durante un programa de televisión, desde donde éste exigió la pena máxima de 30 años para la jueza, por supuesta corrupción y abuso de autoridad.

“Cuando uno ejerce la función de juez y lo hace por convicción, por carrera judicial, uno puede tomar decisiones de acuerdo a nuestras leyes, nuestra Constitución y nuestros tratados internacionales. Me parece increíble que la norma sea lo contrario”. Con estas palabras, la jueza María Afiuni trataba de explicar a periodistas internacionales lo que pasó en su caso, cuál fue la motivación de su decisión, consciente de las consecuencias que pudiera tener.

Mantener sus principios como profesional le ha valido más de un año de cárcel, lleno de atropellos y violaciones a su persona y al debido proceso en su juicio. Para empezar, la pusieron presa en el INOF, una cárcel de mujeres donde ha tenido que convivir con internas de alta peligrosidad, incluyendo muchas a quienes ella misma había mandado a la cárcel, lo que le ha significado amenazas continuas e incluso agresiones físicas. Esa misma situación le ha impedido ver a su hija con la frecuencia que hubiera querido, a fin de protegerla de posibles maltratos.

Durante meses le negaron el tratamiento adecuado a su salud, que comenzó a deteriorarse aceleradamente, presentando estados de depresión y ansiedad. Al advertir varios quistes cerca de la axila, sus familiares solicitaron su traslado a un centro médico especializado. Meses después, cuando finalmente la trasladaron, tuvo que hacerse la mamografía en presencia del teniente y de los guardias nacionales que la habían acompañado al consultorio. No contentos con eso, los efectivos militares pretendían ingresar durante la realización de la citología, a lo que afortunadamente el médico tratante se negó.

El caso de María Afiuni ha sido denunciado en instancias internacionales, no solo por lo grave de sus circunstancias personales, sino por lo que significa la ausencia de garantías en el ejercicio de la justicia como poder independiente en una democracia. Hay incluso una solicitud de liberación inmediata de la jueza, aprobada por la ONU y enviada al ministerio público venezolano, la cual reposa seguramente con otras cartas similares en el escritorio de alguien que no se atreve a tomar alguna decisión diferente.

Gracias quizá a esta presión nacional e internacional, a las diligencias de los abogados y de sus familiares, al propio deterioro de su salud y quizá también a que algún funcionario anónimo logró convencer a su autoridad inmediata de la conveniencia de suavizar las condiciones en las que la mantienen presa, esta semana dictaron sentencia de casa por cárcel, mientras espera que avance su proceso penal. Pesa sobre ella la prohibición de hacer declaraciones a medios nacionales o internacionales, coartando así otra de sus libertades, la libertad de expresión.

Aún cuando esto no significa que se esté haciendo justicia, al menos en el futuro próximo no tendrá que sufrir el maltrato diario en la cárcel de mujeres. En cualquier caso, sirva esta nota para hacerle llegar mi admiración por su valentía y mi solidaridad como profesional, como madre y como mujer.

4 de febrero de 2011

viernes, 21 de enero de 2011

Un discurso de unidad

En días pasados vimos al presidente Obama dar uno de los mejores discursos de su carrera: el que le dedicó a las víctimas del tiroteo ocurrido en Tucson, Arizona, el pasado 8 de enero. Ese día un joven de Arizona sacó una pistola y atacó a un grupo de personas que estaba reunido en torno a la congresista Gabrielle Giffords, matando a seis e hiriendo a otras trece. La congresista ejercía lo que ella misma había denominado: “Congress in your corner” (el Congreso en su esquina), una forma de llevar los debates a la calle, para recibir directamente la opinión de la gente común.

El hecho desató una fuerte polémica durante los días posteriores a la masacre, donde personalidades de diversas posiciones se acusaban unas a otras de propiciar hechos violentos, de no ejercer mano dura contra el fanatismo, de no realizar controles suficientes a los portadores de armas. Ante este recalentamiento del discurso político y social, Obama se hizo presente en la ciudad de Tucson, visitó a los heridos y fue el orador principal en el funeral de las víctimas.

Sus palabras fueron de inclusión desde el principio. Empezó validando las dudas de todos, la necesidad de exigir explicaciones y de tratar de imponer orden al caos, para luego sugerir una reflexión personal al debatir con alguien que no tiene nuestro punto de vista: “En estos tiempos en que nuestro discurso se ha polarizado agudamente, en que estamos demasiado ansiosos de culpar a aquellos que piensan en forma diferente a nosotros por todo lo malo que pasa en el mundo, es importante que hagamos una pausa por un momento y asegurarnos que estamos hablando entre nosotros de manera de curar y no de herir”.

Esa frase retrata lo que está pasando no solo en los Estados Unidos, sino en muchas partes del mundo. El discurso polarizado divide a las poblaciones, remueve resentimientos, agita pasiones y las hace volcarse hacia la agresividad y la violencia. Esa manera irresponsable con la que muchos líderes culpan a sus oponentes de todo lo que pasa, pasó o pueda pasar, sin que cada quien asuma su propia responsabilidad en los hechos, impide ver soluciones que pudieran estar a la mano y trabajar en equipo para lograrlas.

Obama coloca la discusión y la búsqueda de soluciones en la persona, en el ciudadano común, en la pequeña comunidad; mueve a que cada quién piense qué puede hacer en lo personal para cambiar las cosas: “A lo mejor no podemos detener lo malo que pase en el mundo, pero el cómo nos tratamos los unos a los otros está enteramente en nuestras manos”.

Lo primero, por supuesto, es observarse a sí mismo. Cómo trato a las personas que piensan diferente a mí: en la calle, en mi trabajo, en mi familia. No se trata solo del ámbito político. Se trata de ejercer la democracia como un valor social, familiar, personal. Estamos acostumbrados a líderes que para ganarse adeptos culpan a los que piensan diferente y llaman a la guerra, a batallas, a triturar al enemigo. O a que usen las tragedias como la emergencia de las lluvias para seguir haciendo proselitismo político a costillas de las víctimas, o para seguir esperando cosas del gobierno sin tomar cartas en el asunto.

¿Cuántas familias nuestras están divididas por esa polarización desesperante? ¿Cuantas veces hemos hecho ese ejercicio de reflexión, de entender que somos una sola cosa, un mismo país, que si se hunde el otro yo también me hundo? La verdadera unidad vendrá cuando entendamos como sociedad que tenemos que tener una sola visión, un set de valores comunes, un proyecto de país que vaya más allá de quien está temporalmente al mando. Porque ese proyecto tiene que estar por encima de todos, por encima incluso del líder del momento.

El hecho de arrancar este año con una nueva Asamblea Nacional más plural, es un motivo de esperanza. Aprenderemos otra vez a convivir en un mismo escenario, lo que parece que se nos había olvidado. Comienzan a verse programas de opinión con diversas toldas representadas, hablando cada una sobre sus ideas y por primera vez en años, el presidente tuvo que hablar en un espacio donde estaban todas las tendencias, no solo sus seguidores.

El proyecto país es lo que debemos debatir en esa nueva Asamblea y llegar a consensos en los grandes temas, sin que sea necesario aniquilar a una parte de la sociedad para que otra sobreviva. Podemos cuestionar las ideas que cada quien expone, pero sin poner en duda el amor que cada uno tiene por el país. El ejercicio de la empatía, un ejercicio difícil, pero que está en manos de cada uno de nosotros.

21 de enero de 2011