Cerré el periódico con esa
sensación de impotencia que causan las noticias tristes, las muertes absurdas
que se pegan unas a otras. No pude evitar estremecerme ante los detalles del
secuestro y muerte de Libero: la tortura, el tiro en la cabeza.
Me vino a la memoria la cercana
muerte de Karen, la hija del cónsul chileno e imaginé la angustia de su hermano
cuando iba en el carro con ella, al verse interceptado por hombres sin
identificación. Seguramente pensó que era un secuestro, otro más, y decidió
retroceder, huir para no caer en las múltiples trampas que suelen tender los
maleantes. La policía disparó varias veces, no sé cuantas. Otro tiro en la
cabeza.
Recordé otros secuestros, más afortunados
quizá, donde las víctimas sobrevivieron a pesar de la violencia de sus
victimarios; el más reciente de ellos un cantante conocido: un tiro en la
cabeza lo mantiene bajo cuidados médicos.
Hoy lloré por una víctima del
hampa a quien ni siquiera conocía. No quise ver las fotos del periódico, pues
esas imágenes se graban después en forma indeleble: la cara sonriente de la
muchacha universitaria recién asesinada, la cara llena de seguridad y fuerza
del manager de música, la cara tapada por las manos angustiadas de la madre, o
de la novia, el semblante de impotencia del padre.
Se unen las historias de
violencia en un solo río de sangre, en un cauce de inseguridad, de acoso, de
salvajismo. Los robos y los secuestros se suceden a toda hora, el carro
interceptado, la pistola que apunta la cabeza, la voz que amenaza con sed de
dinero fácil, con resentimiento gratuito, como si la víctima tuviera la culpa
de algo. En los tiempos antiguos apremiaban por la bolsa o la vida, había algún
chance de sobrevivir, de que capturaran al delincuente, de que las cosas
volvieran a la normalidad. En la Venezuela de hoy, pareciera que la vida no
vale nada.
Caracas, 24 de marzo de 2012
Que tristeza Gucha! Como si las víctimas tuvieran la culpa de algo... Un abrazo.
ResponderEliminarAngelica tu artículo es muy veraz, ese es el día a día de todos los venezolanos, uno anda en una perenne zosobra con todos los acontecimientos que nos tocan muy de cerca, gracias por compartirlo, yo creo que denunciando y enumerando los hechos es la forma de que volvamos a ser la Venezuela que dejamos de ser. Gracias y un abrazo solidario
ResponderEliminarSueño con el día en que pueda leer a través de tus escritos la Venezuela que alguna vez existió, en la que algunos años vivimos, y a la que - si Dios quiere - algún día volveremos.
ResponderEliminarConstruiremos un país diferente, más humano.
Eliminarun abrazo.