Las palabras griegas, que nos han dado tantas raíces, nos prestan a kalós, bello; éidos, imagen; scopéo, observar; para formar el Kaleidoscopio que es cambio, imágenes dinámicas, diferentes, impresiones personales sobre el mundo.








lunes, 8 de marzo de 2010

A la Divina Pastora

La Virgen es la única imagen femenina que el severo código religioso nos dejó para venerar y amar abiertamente. Las mujeres hemos heredado sin pedirlo ese ícono, ese arquetipo de madre amor, madre incondicional, mujer pura, mujer santa, madre que todo lo puede. Nos movemos entre la exigencia ancestral de tratar de llenar ese ideal imposible y lograr aceptar sencillamente ser esa persona con defectos y virtudes, llena de bellezas y de fallas, que somos.

Siempre me ha llamado la atención la cantidad de imágenes distintas que representan a la Virgen en nuestra cultura. La Virgen de Guadalupe en México, la de Fátima en Portugal, la Almudena en Madrid, la Virgen de Coromoto, patrona de Venezuela, la Virgen del Carmen, la Milagrosa, preferida por mi abuela Amelia, en fin, todas esas vírgenes que hemos visto y escuchado, en rezos o en cantos, y que llenan nuestro arsenal de historias y leyendas, de cuentos de amor y de fe.

Una cosa en común tienen esas historias, y es la de efectivamente llenar de paz y de aliento al creyente, al que le pide con devoción que su manto lo proteja de todos los males. Y esa convicción, esa esperanza de salir adelante, lo hace atravesar dificultades, caminar distancias insalvables, salir airoso de enfermedades incurables.

De todas esas leyendas, la de Florentino, en su contrapunteo final contra el Diablo, llama mi atención en este momento, pues él acude no solo al Santo Niño de Atoche, sino a una retahíla de vírgenes para que lo protejan y lo acompañen en ese trance difícil, de vencer la oscuridad, de llegar vivo a la luz del amanecer. Y lo logra.

Ese Florentino, tantas veces usado por nuestro gobernante, hoy se le revierte. Hoy, cambiamos los papeles. Florentino somos todos. Nos ha tocado vivir en este mundo en tinieblas, lleno de incertidumbre. Valga este escrito breve para tomar de la mano a mis antepasados y unirme desde aquí a la enorme procesión que ayer comenzó a pasear la imagen de la Divina Pastora, para pedirle que nos ilumine a todos, y que nos señale con su luz el camino para salir adelante.

15 de enero de 2010

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